Entre la Almudaina y el Paseo del Born se encuentra un diminuto jardín de 700 años, que los habitantes y visitantes valoran especialmente por la mañana o al atardecer.
Un pequeño jardín con gran tranquilidad
A veces basta con unos pocos pasos para dejar la ciudad atrás. Así me sucede cada vez que bajo las escaleras desde el Paseo del Born hacia la Almudaina y entro en la sombra de S'Hort del Rei. El lugar no es un parque en el sentido de extensas superficies de césped, sino una instalación íntima: fuentes, senderos estrechos, palmeras y algunos bancos que invitan a conversar o a no hacer nada.
Cuándo encuentran la tranquilidad los visitantes
La mayoría de los locales que conozco dicen lo mismo: por la mañana poco después de las nueve o al atardecer alrededor de las 19–20 h es cuando el jardín está más bonito. Entonces el aire aún está fresco, las masas de turistas de las calles principales se han ido y se puede escuchar el suave murmullo de los estanques. Un jardinero local, a quien conocí, me dijo que suele empezar a las seis en punto con el cuidado: pequeños gestos, gran efecto.
Las reseñas de viajes en la red elogian especialmente el diseño: terrazas, naranjos, acacias y las típicas melias mallorquinas crean una mezcla que resulta a la vez familiar y un poco exótica. Muchos visitantes describen S'Hort del Rei como una "oasis", y sí, eso encaja bastante bien, solo sin publicidad excesiva.
Un poco de historia, sin tono de manual
El conjunto se encuentra a los pies del Palacio de Almudaina y es, en realidad, un diminuto capítulo histórico: parte data de la Edad Media, otros elementos provienen de remodelaciones posteriores. Un arquitecto prefirió aquí, a principios del siglo XX, terrazas que recuerdan la jardinería morisca, junto con influencias italianas. El resultado hoy parece sorprendentemente suelto: no es un jardín-museo estricto, sino algo que se puede recorrer y en el que los niños también pueden correr con curiosidad sin que se alerte nada.
Lo que yo valoro personalmente: no hace falta planificar mucho. Ven con zapatos cómodos, lleva una botella de agua y siéntate en uno de los estrechos bancos de piedra. Lee cinco minutos, observa una paloma, deja fuera el tráfico y siente cómo la ciudad suena de forma distinta. Y sí: detenerse un poco vale la pena, ya vivas aquí o solo pases unos días en la isla.
Consejo práctico: Si quieres tomar fotos, lo mejor es ir justo después del amanecer o poco antes del atardecer: la luz es suave, las sombras juegan y la atmósfera se adapta a la tranquila del jardín.
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