Set de rodaje en Mallorca frente al Palau de l'Almudaina con equipo técnico y decorados

Paradiso como escenario: ¿Qué tan sostenibles son los rodajes de Netflix en Mallorca?

👁 6842✍️ Autor: Adriàn Montalbán🎨 Caricatura: Esteban Nic

El thriller de Sherry Hormann “Fall for Me” trajo este verano un gran set de rodaje a Mallorca. Entre salones del Palau, acantilados escarpados y callejuelas laberínticas se ve una isla que acoge el brillo del cine: ¿pero a qué precio?

Paradiso como escenario: ¿Qué tan sostenibles son los rodajes de Netflix en Mallorca?

Verano en Mallorca: el canto de las cigarras se mezcla con el zumbido de los generadores, un café cortado desaparece más rápido de lo que cambia el plan de rodaje. El thriller de Netflix de Sherry Hormann, Fall for Me, ha vuelto a dar vida este verano a la isla como escenario cinematográfico. Valldemossa, las estrechas calles de Palma e incluso el venerable Palau de l'Almudaina se convirtieron en decorados para una historia nacida en Alemania. Imágenes hermosas, sí —pero la pregunta central persiste: ¿qué tan sostenibles son estas grandes producciones para la isla?

Dónde apunta la cámara — y qué trae consigo

La escena no carecía de ironía: en los salones históricos del Palau se instalaron tubos de neón y mobiliario de club, allí donde normalmente pasean visitantes e historiadores susurran. En los acantilados y en playas azotadas por el viento, el equipo luchó contra el vértigo y las rarezas del mar. Muchos técnicos llegaron desde la península, pero las manos que cargaban cables y montaban focos eran a menudo mallorquinas. Eso es una fortaleza: experiencia local, conocimiento de los caminos, de los vecinos y de las luces de la Tramuntana —esa luz especial del atardecer que aquí es difícil de reproducir.

Lo que suele faltar en el debate público

Sobre los destellos de brillo habla todo el mundo con rapidez. Menos atendidos quedan varios efectos colaterales: los permisos para espacios protegidos o históricos no son meros trámites burocráticos, son mecanismos de protección de la sustancia y de los barrios. Transportar equipos pesados por senderos, fijaciones en muros antiguos o usar una sala del Palau como club dejan huellas, aunque todo se haga conforme a las normas. Ruido en zonas residenciales, entregas nocturnas, plazas valladas —esas son molestias para quienes viven aquí, no solo ruidos de fondo en los créditos finales.

Economía frente a vida cotidiana: ¿quién se beneficia realmente?

Por supuesto, un rodaje deja dinero: hoteles, restaurantes, técnicos locales y, a veces, artesanos obtienen ingresos. Pero la distribución es desigual. Con frecuencia llegan estudios especializados, coches de alquiler caros y empresas de catering desde fuera, mientras que los pequeños bares o los vecinos solo experimentan restricciones. Cabe preguntarse: ¿permanecen efectos sostenibles? ¿Se paga justamente y se forma a las plantillas locales? ¿O fue solo un breve destello de actividad tras el cual la isla retomó su ritmo?

Desafíos concretos sobre el terreno

Algunas observaciones de primera mano: vecindarios sensibles al ruido en Palma, pasos estrechos en Valldemossa, terreno difícil en los acantilados —y el mar caprichoso que hizo reventar tomas una y otra vez. Se suman cuestiones de permisos para lugares históricos, que suelen llevar condiciones muy específicas. No olvidar: gestión de residuos, presión de aparcamiento y el tránsito de vehículos con equipos de estudio por pueblos pequeños. Todo ello tiene solución, pero exige planificación y reglas claras.

Cómo Mallorca podría aprovechar la oportunidad

Si no queremos tratar estos rodajes solo como visitantes, hacen falta medidas concretas. Propuestas en breve:

1) Oficina de enlace cinematográfico: Un punto central en la isla que coordine permisos, formule condiciones y actúe de mediador entre producción, municipios y patrimonio.

2) Condiciones vinculantes de sostenibilidad: Estándares de protección ambiental y patrimonial, horarios de ruido, límites para anclajes pesados en espacios históricos y exigencias sobre la proporción de personal local.

3) Programas locales de formación: Inversiones en capacitación para técnicos, producción y especialistas de riesgo, para que más valor se quede en la isla.

4) Compensación y fondo comunitario: Un porcentaje de los presupuestos de rodaje que vaya a proyectos municipales o a fondos de restauración para los lugares utilizados.

5) Transparencia y comunicación: Campañas informativas tempranas para los vecinos —quién monta qué y cuándo, cuándo habrá cortes, cuánto durará la intervención. El respeto comienza con la información.

Conclusión: Más que solo imágenes bonitas

“Fall for Me” ha mostrado que Mallorca puede ser un decorado cinematográfico singular y denso —no solo las estampas de postal, sino las calles estrechas, los salones del Palau y la luz agreste de la costa. Estas posibilidades no deben pasarse por alto. Quien quiera la isla como lugar de rodaje debe asumir también responsabilidades. Con reglas claras, contratos justos y una mirada al beneficio a largo plazo, el brillo del cine puede traer ganancias reales para lo local —y no solo imágenes bonitas para las plataformas de streaming.

Al final queda una imagen: el sol sobre Valldemossa, el rumor del mar, el eco de las indicaciones en el set y la esperanza de que también la gente que vive aquí se beneficie de ese brillo —no solo por un verano, sino durante muchos años.

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