Trabajadores retirando palmeras plantadas en el Camí de Son Banya

Son Banya: Con 280 palmeras contra la imagen — una iniciativa verde que fracasó

👁 9572✍️ Autor: Ricardo Ortega Pujol🎨 Caricatura: Esteban Nic

En el Camí de Son Banya se plantaron casi 280 palmeras Washingtonia —al parecer un intento de mejorar el barrio. El ayuntamiento ordenó retirar los árboles. Por qué un cortejo floral no responde a problemas de fondo.

¿Puede el verde salvar un barrio? Una avenida como experimento

A primera hora del martes por la mañana las excavadoras trabajaban en el Camí de Son Banya, el cielo aún estaba gris y el aire olía a tierra mojada. Los obreros sacaron del suelo filas de palmeras Washingtonia recién plantadas, cargaron raíces y macetas en camiones y se marcharon. Fue el final de una iniciativa bastante inusual: alrededor de 280 palmeras y algunos olivos parecían destinados a formar una avenida y a dar al barrio una apariencia más amable desde fuera. La pregunta central sigue siendo: ¿puede una disposición verde cambiar la imagen de un lugar, o sólo enmascara lo que realmente falta?

Entre simbolismo, costes y consecuencias

A primera vista la acción tenía algo de improvisado y encantador: palmeras a lo largo de la calle, algunas macetas grandes, olivos nuevos —como un intento espontáneo de marcar normalidad. Pero la cuenta es rápida: a casi 100 euros por palma, las Washingtonia suman alrededor de 28.000 euros; con los olivos se habla de unos 38.000 euros en total. Dinero que vino de algún lugar —y la incógnita quedó ahí.

El ayuntamiento intervino. En coordinación con la policía, equipos municipales retiraron las plantas en el plazo de dos días. Vecinos relatan intervenciones al amanecer, el ruido de las máquinas y el olor sordo de tierra removida. No fue un despliegue masivo, pero sí una señal clara: no se toleran actuaciones no autorizadas en espacios públicos.

Más que una cuestión estética

La valoración oficial desde círculos policiales va más allá: la plantación podría haber sido parte de una estrategia para cambiar la apariencia y reducir el grado de control. En un vecindario donde estructuras ilegales ocupan espacios consolidados, el intento de crear una sensación de normalidad mediante limpieza y verde no sería solo decoración inocua, sino táctico. Es un aspecto del que en el debate público se habla poco: cómo los códigos visuales y el diseño urbano se convierten en herramientas para la negociación social y jurídica del espacio.

Lo que piensan los vecinos

“Al principio pensé: por fin algo de verde”, dice una vecina que no quiere que su nombre aparezca en el periódico. “Pero las chabolas siguen ahí, la basura también, y los problemas no desaparecen con una palmera.” Voces como esta muestran que la política simbólica tiene efectos ambivalentes: puede embellecer a corto plazo, pero es a menudo ineficaz si no la acompañan medidas sostenidas.

Lo que queda fuera del debate

Hay varias dimensiones apenas explicitadas: ¿quién pagó las plantas? ¿Quién se encarga del mantenimiento? ¿Son las palmeras Washingtonia la especie adecuada para el clima y la situación hídrica de Mallorca? Y no menos importante: ¿la retirada de las plantas genera más orden o profundiza la desconfianza entre residentes y autoridades?

Además, el argumento ecológico es relevante: no todas las plantas ornamentales son sostenibles. Especies autóctonas y resistentes a la sequía o estructuras de bajo mantenimiento hubieran necesitado menos agua y cuidados y quizá habrían sido aceptadas por más tiempo. Embellecimientos puntuales sin un plan de mantenimiento se pierden pronto —o derivan en conflictos sobre la responsabilidad.

Propuestas concretas y vías de solución

El episodio no debe leerse solo como una lección sobre permisos faltantes. También ofrece puntos de partida concretos para una mejora sostenible sin limitarse a disimular:

1. Transparencia y claridad presupuestaria. Espacios públicos y fondos municipales: ¿quién paga de antemano? Una rendición de cuentas clara genera confianza.

2. Proyectos verdes participativos. Ayuntamiento, representantes vecinales y servicios sociales deberían planificar conjuntamente. Cuando los residentes deciden, aumenta la aceptación.

3. Selección ecológica. Adecuar los plantones al clima local: especies autóctonas y de bajo consumo hídrico en lugar de palmeras exóticas y exigentes.

4. Planes de mantenimiento. Toda acción de plantación necesita un presupuesto de cuidado a largo plazo —o padrinos en el vecindario con apoyo municipal.

5. Política urbana integrada. Limpieza, rehabilitación de vivienda, servicios sociales y medidas de empleo deben ir de la mano. El verde por sí solo no soluciona problemas estructurales.

Entre pragmatismo y simbolismo

La actuación con las excavadoras ha mostrado la fuerza del simbolismo —y la rapidez con que las autoridades reaccionan. Pero también pone de manifiesto una debilidad: cuando la gente siente que no se le escucha, toma sus propias soluciones. Es comprensible, pero arriesgado. En lugar de medidas precipitadas y prohibidas, las iniciativas vecinales apoyadas, reglas claras y planes de cuidado compartidos serían un camino menos conflictivo.

La avenida de Son Banya solo fue visible por poco tiempo. Lo que queda es la imagen de los obreros, el olor a tierra y la pregunta de cómo lograr una mejora real: ¿con fotos rápidas o con trabajo colectivo y a largo plazo?

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