En el aeropuerto de Palma, más de 15.000 personas se quedan frente a las puertas cerradas de la cantina: viejas deudas, procesos de insolvencia y una licitación fallida dejan al personal con su fiambrera.
Cuando la cantina se convierte en una obra
La semana pasada, alrededor de la 1 de la tarde, vi nuevamente a una docena de colegas con tuppers corriendo por la Terminal A. La cantina, que antes ofrecía menús asequibles para el personal del aeropuerto, lleva meses cerrada. Vallas de obra, pintura fresca en las paredes, y ninguna solución a la vista.
Los obstáculos tras puertas cerradas
En el fondo hay tres problemas: una deuda de cinco cifras con la seguridad social, un procedimiento de insolvencia en curso de la antigua empresa operadora y una licitación que quedó vacía. En pocas palabras: Aena fijó la renta en cero, pero no se presentó ningún nuevo operador. ¿Por qué? Porque el nuevo arrendatario tendría que asumir las cargas —una reclamación de más de 400.000 euros—.
Eso es duro. Aproximadamente 15.000 empleados en la ubicación apenas tienen una opción de comida asequible. Las cafeterías en la zona de salida existen, pero allí un bocadillo con pan ya cuesta 15 a 20 euros. Para muchos trabajadores por turnos, eso es simplemente inasequible. La fiambrera que traen de casa vuelve a ser la norma.
Qué pasa con los empleados de la cantina
La antigua empresa operadora, que dirigió la cantina durante tres años, ahora es insolvente. Los 22 empleados esperan pagos de salarios pendientes – algunas reportan que les faltan varios meses de salario y la paga de vacaciones. En conjunto, representantes sindicales hablan de alrededor de 70.000 euros en salarios impagados más facturas pendientes de electricidad y alquiler. No hay una oferta realista que ignore las deudas.
El ex director general refuta las acusaciones y subraya que gran parte de ello ahora debe ser aclarado jurídicamente. Al mismo tiempo lamenta el aumento de costos: aumentos salariales, obligaciones de personal adicionales y robos de la caja, una combinación que ha dificultado la operación.
Qué sería ahora importante
Aena sigue buscando una solución, pero enfatiza que las cargas pendientes desalentan a los candidatos. A corto plazo, ayudan subvenciones o una asunción temporal de las deudas por parte de terceros; a largo plazo hacen falta reglas confiables para que los empleados no tengan que elegir entre los altos precios de las comidas en el aeropuerto y pausas frías.
Y una última observación: al caminar por la mañana desde el estacionamiento hacia la terminal, no solo ves turistas con maletas. También están las personas que trabajan aquí, a menudo con camisas sudadas y turnos fijos. La pregunta sigue en el aire: ¿cuánto tiempo más con tuppers en lugar de un almuerzo caliente?
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