Tres bancos de madera maciza colocados sobre rocas en una curva de la carretera hacia Orient

Los bancos en la curva: improvisación, controversia — o nuevo sentido comunitario?

👁 2764✍️ Autor: Ricardo Ortega Pujol🎨 Caricatura: Esteban Nic

Tres pesados bancos de madera aparecieron de repente en una curva estrecha de la carretera hacia Orient. Un acto de vecindad — y un pequeño caso administrativo. Qué significa esta pausa espontánea para senderistas, vecinos y autoridades.

Curva, panorama, descanso: cómo tres bancos cambiaron la carretera

Una mañana aparecieron de repente: bancos macizos hechos de troncos partidos, barnizados en oscuro, colocados sobre grandes rocas — en una curva cerrada de la carretera hacia Orient, un lugar donde normalmente solo se oyen piedras, chicharras y el cierre ocasional de una puerta de coche. Tres justo en la curva, dos más algo más arriba detrás de un antiguo muro seco. Un regalo inmediato para caminantes y ciclistas; para la administración, una incógnita.

¿Quién los puso — y qué dice el pueblo?

En el ayuntamiento de Bunyola se mostraron sorprendidos, pero no enfadados. La historia que corría en el bar de la Plaça sonaba a la buena y vieja práctica isleña: un propietario donó la madera, un amigo con motosierra la talló y por la mañana los bancos se izaron con grandes palancas. Sin cartel, sin permiso, solo el olor de la resina y las alabanzas de los primeros que se detuvieron.

La respuesta es claramente positiva. Una familia joven hizo una pausa, se compartió pan, los niños corrieron por las rocas templadas. Un jubilado del pueblo calificó la solución de “rústica, pero práctica”. Al mismo tiempo hay voces escépticas: ¿quién mantiene los bancos, quién paga en caso de vandalismo y está permitido instalar asientos así junto a una carretera?

Entre el sentido comunitario y la cadena administrativa

Formalmente la cosa es más complicada. La carretera está bajo la competencia del Consell Insular, y para algunos tramos hay previstas obras de saneamiento. Eso significa que las intervenciones en el espacio viario normalmente necesitan coordinación y autorización. Un banco no oficial puede convertirse en una cuestión de responsabilidad si alguien se cae, y resulta difícil de encajar cuando hay obras planificadas.

Otro punto, a menudo pasado por alto, es la seguridad: los bancos en una curva estrecha generan líneas de visión que son relevantes para conductores y ciclistas. Reflectantes, una pequeña distancia respecto a la calzada y evitar elementos que obstaculicen son por tanto más que detalles estéticos: son necesarios para que la infraestructura improvisada no se convierta en un riesgo.

Lo que rara vez dicen las voces públicas

Hay algunos aspectos que en el debate suelen quedar cortos: en primer lugar, la función social de esos puntos de descanso —especialmente en otoño e invierno, cuando la Tramuntana es más clara y los encuentros son menos frecuentes. Un banco es más que madera; es punto de encuentro, estación de primeros auxilios para piernas cansadas y a veces motivo de conversación entre vecinos y visitantes.

En segundo lugar, la elección del material: madera maciza sobre roca parece robusta, admite reparaciones y se integra en el paisaje. Pero sin un tratamiento adecuado y revisiones periódicas esos bancos envejecen más rápido, lo que puede aumentar los costes de mantenimiento. En tercer lugar, la competencia artesanal local: si se incorpora el saber hacer del taller del pueblo, surgen soluciones más duraderas y al mismo tiempo oportunidades de empleo.

Propuestas concretas para que la improvisación perdure

Algunos pasos prácticos podrían equilibrar el altruismo espontáneo y la responsabilidad pública:

1. Notificar en lugar de derribar: Quien instale algo debería informarlo brevemente al ayuntamiento —a menudo basta un registro sencillo con foto antes de que se activen trabas burocráticas.

2. Pacto de mantenimiento: Un modelo tipo 'Adopt-a-Bench', en el que vecinos, asociaciones de senderismo o propietarios asuman revisiones periódicas; los pequeños mantenimientos suelen costar poco y mantienen la calidad.

3. Pequeña placa, gran efecto: Una discreta placa informativa con indicaciones de mantenimiento, un contacto y la referencia a la competencia del Consell aporta transparencia y reduce conflictos.

4. Chequeo de seguridad: Los bancos próximos a curvas necesitan distancia respecto a la calzada, tiras reflectantes y una evaluación por la administración de carreteras —eso protege tanto a visitantes como a usuarios de la vía.

5. Integración en planes previstos: Cuando hay obras previstas, esas soluciones espontáneas deberían evaluarse y, si procede, incorporarse en los planes oficiales. Así la creatividad local no se pierde en el radar de la construcción.

Un pequeño experimento con gran efecto

Al final hay mucho positivo: artesanía, sentido de vecindad y una mirada pragmática a lo bueno del día a día. Los tres bancos en la curva son un pequeño experimento que muestra lo bien que puede funcionar la improvisación, siempre que encuentre buena voluntad y algo de organización. Un apretón de manos cálido entre vecinos y autoridades sería ahora lo apropiado: reconocer, asegurar y pensar cómo permitir estas iniciativas de forma duradera, sin que nadie acabe cargando con los costes.

Así que, quien manejó las palancas —gracias. Pero quizá la próxima vez con un breve aviso en la Plaça y una pequeña placa que diga 'Donado por amigos de la Tramuntana'. Entonces sentarse no solo será acogedor, sino también ordenado.

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