Tras más de diez años, el famoso belén en la capilla La Sang vuelve a abrir sus puertas al público. Figuras restauradas, una cueva dorada y una antigua leyenda convierten la visita en un pequeño viaje en el tiempo a la Navidad de Palma.
La Belén de la Sang ha regresado: el belén histórico de Palma puede verse de nuevo
Un trozo de hogar que se puede tocar
Quien en estos días pasee por la Plaza del Hospital no solo escucha el repiqueteo de las campanillas desde la Rambla, sino que también ve de nuevo a personas asomadas con curiosidad expectante a la pequeña capilla La Sang. El famoso belén navideño, que durante mucho tiempo permaneció oculto tras lonas y preguntas, vuelve a ser accesible al público después de amplios trabajos de conservación.
La muestra no es un simple escenario para fotos: el conjunto, que durante generaciones ha formado parte de las representaciones navideñas de Palma, se ha ido restaurando pieza a pieza. En el centro está la cueva barroca con su techo pintado y dorado, así como las figuras principales: el Niño Jesús del siglo XIX, cinco ángeles barrocos y, sobre todo, María y José. Estos últimos, según la datación historiográfica, proceden del siglo XV, están tallados en un único tronco y destacan por su presencia, con alturas aproximadas de 1,20 y 1,40 metros.
Se dice del Belén de la Sang que es el belén napolitano en uso más antiguo de Europa. Esta atribución da un brillo especial al reencuentro: más que una obra de arte, es un fragmento de memoria colectiva —y precisamente esa memoria, tras años de incertidumbre, ha vuelto ahora a poder verse.
La restauración no fue solo un trabajo fino sobre la pintura y el dorado. Técnicamente se intervino en la capilla: se retiró una antigua base de hormigón que entorpecía la circulación del aire, se replanteó la iluminación y las intervenciones conservativas han logrado que el pan de oro original vuelva a asomar. El Espíritu Santo recibió una nueva policromía, los mantos dorados relucen con más frescura y los tonos de la piel fueron retocados con cuidado; el resultado no parece ni artificial ni sobreacondicionado, sino más bien como una mirada reconfortante y conocida.
En torno a la historia de las figuras gira una leyenda marinera del siglo XVI: un barco cargado de valiosos belenes sufrió una gran tempestad, y el capitán Domingo Gangonne prometió al orden de Nuestra Señora de los Ángeles de Jesús que si él y su tripulación eran salvados dejaría parte de la carga. El prior eligió la escena del nacimiento de Cristo —y se cuenta que esa decisión quedó marcada en el puerto hasta que el belén quedó en el convento Jesús y, más tarde, se trasladó a la capilla La Sang.
Política y organizativamente, el camino hasta la reapertura no fue un paseo. Diferentes gobiernos y decisiones presupuestarias retrasaron un inicio anterior. Tras un cambio de gobierno en 2023, el proyecto se impulsó con determinación. La restauración costó aproximadamente 400.000 euros y se planificó por fases: primero las piezas más dañadas y visibles; después vendrán otras figuras que por ahora siguen embaladas.
El 10 de diciembre se mostraron por primera vez al público las primeras figuras restauradas. Los visitantes hicieron cola, muchos con guantes en los bolsillos y niños señalando con el dedo las grandes figuras. En la calle olía a castañas asadas y turrón, se escuchaban risas aisladas y, de vez en cuando, el clic de los obturadores —esas pequeñas impresiones cotidianas vuelven a formar parte del lugar.
La capilla La Sang está algo elevada respecto a la Rambla y permanece abierta hasta el martes 6 de enero todos los días. Después el conjunto volverá a protegerse para que los conservadores puedan realizar los trabajos pendientes en las demás figuras. Para muchos eso significa: date prisa, mientras se pueda ver la escena completa del nacimiento.
Para Palma, el regreso de la Belén de la Sang es algo más que un motivo fotográfico invernal. Es una invitación para que vecinos y visitantes se regocijen en los detalles: en el pan de oro que brilla a la luz de las velas; en manos talladas que, después de siglos, siguen sugiriendo historias; en una leyenda que une el mar y la isla. Quien mira con atención siente cómo esos elementos forjan identidad —y lo bien que se siente eso cuando fuera cruje el frío del mercado y un anciano junto a la capilla se ajusta la bufanda.
El belén es un pequeño motivo de esperanza en una ciudad que a menudo debe renegociar su patrimonio entre modernidad y demanda turística. También es un ejemplo práctico de cómo, con dinero, conocimiento especializado y algo de paciencia, se puede reparar un fragmento de la vida cotidiana. Y quién sabe: quizá la vuelta de la Belén de la Sang inspire en los próximos años nuevos proyectos para otros tesoros ocultos de la isla.
Práctico: Capilla La Sang, Plaza del Hospital (sobre la Rambla, Palma). Abierto hasta el 6 de enero todos los días. Después se continuará restaurando el resto del conjunto.
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