Kannibalismus unter Schlangen auf Mallorca: Warnsignal für invasive Arten

«Una serpiente se come a la otra» – lo que el canibalismo entre serpientes invasoras revela sobre el ecosistema de Mallorca

👁 2174✍️ Autor: Lucía Ferrer🎨 Caricatura: Esteban Nic

Una primera observación: una serpiente adulta (Macroprotodon mauritanicus) devora a una cría de Hemorrhois hippocrepis. Lo que parece una fotografía natural macabra es, para la ecología de Mallorca, una señal de alarma —y evidencia lagunas en prevención y monitoreo.

«Una serpiente se come a la otra» – lo que el canibalismo entre serpientes invasoras revela sobre el ecosistema de Mallorca

Primera observación en Baleares plantea preguntas incómodas

Pregunta central: ¿Qué nos dice una escena documentada en la que una adulta Macroprotodon mauritanicus devora a una cría de Hemorrhois hippocrepis sobre la situación en Mallorca —y qué debe cambiar?

El incidente no es una película de terror, sino una observación descrita científicamente en la revista Acta Herpetologica, con el apoyo del instituto Biodibal. Según el informe, un ejemplar adulto de la denominada serpiente de garriga engulló a una cría de la culebra de herradura. Es la primera interacción documentada de este tipo en las Baleares. A primera vista una anécdota extraordinaria; a segunda vista, un síntoma de un problema más profundo.

Análisis crítico: en los últimos años se han establecido en Mallorca poblaciones crecientes de serpientes introducidas. Según los datos disponibles, muchos ejemplares habrían llegado al islote en troncos huecos de olivos desde la costa. Eso explica por qué la carretera de las fincas, entre cultivos de olivo y mercados dominicales, es un punto caliente: tocones y viejos montones de madera ofrecen refugios, y el transporte de plantas vivas crea vías de entrada. ¿Es eso motivo suficiente para el canibalismo? No directamente. Más bien, el suceso apunta a una dinámica depredador-presa alterada: cuando varias especies foráneas coinciden en un espacio reducido, cambian la presión competitiva, la oferta de alimento y el éxito reproductivo —y los animales reaccionan en consecuencia, a veces de forma brutal.

Lo que falta en el debate público: la historia se contó como una curiosidad, pero rara vez como consecuencia de fallos en prevención y controles. Falta un debate claro sobre la importación de plantas, las inspecciones en los viveros y la responsabilidad de comerciantes y agricultores. Tampoco se discute lo suficiente cómo apoyar de forma sistemática a propietarios y municipios para detectar y tratar troncos huecos, sin promover la eliminación indiscriminada de maleza o la tala innecesaria.

Una escena cotidiana: a primera hora, cuando en el mercado semanal de Inca los vendedores sacan sus garrafas de aceite y el aroma de las ensaimadas recién hechas flota en el aire, también se oye el traqueteo de las furgonetas por el empedrado. Un viejo agricultor que lleva décadas recogiendo olivos cuenta los tocones y se pregunta en voz baja si debe retirar la acacia hueca al borde del camino. Ya ha visto serpientes, últimamente «tantas como nunca». Observaciones así son valiosas, pero rara vez se registran de forma sistemática.

Propuestas concretas: primero, un registro de importaciones y cuarentenas más estrictas para transportes de plantas de gran tamaño, especialmente troncos huecos como los de olivos viejos. No tiene por qué ser una prohibición general inmediata, pero deberían exigirse inspecciones visuales y, si procede, tratamientos térmicos o fumigación. Segundo, un sistema sencillo de notificación y recompensas para agricultores y jardineros que reporten puntos vulnerables, junto con asesoramiento gratuito sobre extracción segura de madera muerta y almacenamiento responsable. Tercero, ampliar el monitoreo mediante colaboraciones entre Biodibal, universidades y ayuntamientos; cartografías regulares podrían identificar rápidamente los puntos críticos. Cuarto, formación para personal municipal y viveros, de modo que ya en la carga se detecten especies invasoras. Quinto, campañas de comunicación pública con consejos prácticos y claros (no es para alarmar, sino para indicar qué hacer al avistar una serpiente, cómo fotografiarla y a quién avisar).

En la práctica esto implicaría también: menos acopios de madera muerta cerca de casas, eliminación controlada de tocones huecos y gestión focalizada en los puntos de entrada. Cuesta dinero, pero menos que programas de erradicación a gran escala si el problema se descontrola.

Qué se puede hacer de inmediato: una directriz temporal de las administraciones municipales para el manejo de troncos huecos y controles más estrictos en viveros. Estas medidas se pueden aplicar localmente—en la finca, en el vivero, en el puerto. Expertos como Biodibal ya están implicados; necesitan más personal y canales de notificación claros para consolidar datos.

Conclusión: la serpiente devoradora es menos un prodigio natural que una señal de alarma. Muestra cómo las rutas comerciales humanas y la falta de prevención pueden alterar los ecosistemas. La imagen de una serpiente adulta con una cría en la garganta no debería invitarnos al voyeurismo, sino a actuar: inspeccionar mejor, notificar mejor, proteger mejor. Si no, los problemas se seguirán extendiendo por la isla —y cuando lleguen las soluciones, puede que ya sea demasiado tarde.

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