Hoy la fiesta de la matanza en Sineu llena las calles de sobrasada, cerdos de engorde y el sonido de gaitas. Una tradición que muestra la vida del pueblo y la artesanía —en pleno centro de la isla.
Fira de Sant Tomàs en Sineu: olor a embutidos, gaitas y un pedazo de Mallorca
Cómo un pueblo saca su cocina, sus animales y sus antiguas costumbres a la calle
Cuando en diciembre la luz se vuelve más rasante y el cielo de la Tramuntana permanece claro, la gente se dirige al centro de la isla —hacia Sineu. La Fira de Sant Tomàs no es un espectáculo montado, sino un sábado lleno de sonidos: el crepitar del fuego, las risas en los puestos del mercado, el áspero silbido de las gaitas. El aroma de la carne asada y de la sobrasada se extiende hasta la Plaça des Mercat y se mezcla con el olor a estiércol de establo y a piedra mojada.
Los embutidos y las carnes son el centro de atención, por supuesto la sobrasada —cremosa, especiada, un trozo de hogar sobre pan. Los comerciantes han dispuesto sus mesas, carniceros de pequeñas localidades exhiben sus productos, y hay una especie de competencia relajada: ¿quién tiene la chorizo más contundente, de quién es la sobrasada con la nota de pimentón más fina? Por las callejuelas suenan cubos y tapas de cestas, los niños corren con las manos calientes junto a los puestos, y los visitantes prueban pequeñas lonchas mientras el sol se desliza lentamente sobre los tejados de Sineu.
La feria es más que un mercado. Hay demostraciones de caza en las que perros y guías muestran lo que significan décadas de práctica. Exposiciones de animales acercan ovejas, cabras y cerdos de engorde al centro —y sí, el concurso anual de cerdos de engorde atrae al público: no solo por el resultado, sino por la forma en que los agricultores presentan su trabajo y los vecinos entablan conversación.
Entre los puestos desfilan grupos con trajes tradicionales y gaiteros. El timbre encaja extrañamente bien con Sineu: áspero, antiguo, un poco desafiante. Se ven personas mayores engalanadas, familias jóvenes con vasos térmicos en las manos y turistas sorprendidos por lo directo y sin filtros que siguen funcionando las tradiciones mallorquinas.
Hoy estuve en una esquina de la Carrer Major. Ante mí: una carnicería, dos mesas con paquetes de sobrasada y detrás un puesto de churros calientes. Un agricultor alimentaba con cuidado a un descarado cerdo de engorde, mientras una niña le pasaba un trozo de cinta adhesiva. Escenas así son sinceras y algo estrafalarias —y precisamente eso es parte del encanto.
Para la isla la Fira de Sant Tomàs es importante porque es algo más que consumo. Conecta producción y tradición, la curiosidad urbana con la práctica campesina. Agricultores jóvenes muestran sus animales, se recuperan recetas antiguas y los productores locales encuentran compradores que valoran el origen. En tiempos en que muchos productos viajan de forma anónima por continentes, Sineu ofrece un día de transparencia: se ven los animales, se habla con la gente y se entienden los ritmos de trabajo.
El evento también es un pequeño impulso para el centro de la isla: los cafés se llenan, se reservan noches en pensiones modestas y las tiendas del municipio notan un flujo que perdura más allá del día. Eso repercute no solo en lo económico, sino que mantiene redes culturales vivas —cosas que en los pueblos se marchitan si faltan encuentros.
Para quien quiera ir hoy: la feria dura hasta primeras horas de la tarde. El programa detallado está disponible en la web del Ajuntament de Sineu en formato PDF. A los visitantes se les recomienda ropa abrigada, calzado resistente y un estómago vacío. Y: respeto a los animales y a los expositores — está bien hacer fotos, pero preguntar es más cortés.
Sol de la tarde, estufas junto a los puestos, la conversación suave de dos carniceros sobre alimentación y tiempos de curación —esto es Mallorca más allá de las postales. Quien visite Sineu recibe una porción de artesanía viva. Y en el paladar queda la memoria de la sobrasada: una simple loncha, una pequeña felicidad.
Perspectiva: Eventos como la Fira de Sant Tomàs demuestran que las tradiciones permanecen vivas si se les da espacio para mostrarse. Quizá sea una invitación para otros lugares de la isla: visibilizar lo local, conectar directamente a productores y diseñar fiestas que enriquezcan la vida diaria —y no solo llenen calendarios.
Hoy en Sineu: ruidoso, especiado, afectuoso. Un festival mallorquín en el que se puede mirar detrás del delantal.
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