Una encuesta proclama al Frito Mallorquín como el plato más típico de las Baleares. Por qué este sencillo plato de sartén dice más que la publicidad y cómo la isla puede preservar su autenticidad.
Un clásico que viene de la cocina, no de la publicidad
Al amanecer, cuando el mercado de la Plaça aún duerme o acaba de despertar, apenas se percibe: Frito Mallorquín. Los puestos de pescado humean, los vendedores gritan y en algún lugar una gota de aceite de oliva choca contra una sartén todavía fría. Aun así, en una encuesta reciente el 35 por ciento de los encuestados lo eligió como el plato más típico de las Baleares. ¿Por qué precisamente este plato rústico? Esa es la pregunta que nos ocupa.
¿Qué hay detrás de la elección — y qué no?
El frito no es producto del montaje. Es lo que queda cuando termina la matanza o cuando la despensa necesita una limpieza de primavera: carne de cordero o cerdo, a veces hígado, patatas, pimientos, hinojo, guisantes, ajo, cebolla. Todo en una sartén grande con buen aceite de oliva, salteado brevemente. No es comida de ático. No es un set de Instagram. Es calor, saciedad y un sabor que muchos asocian con el hogar.
La elección dice algo sobre valores: la autenticidad vence al marketing. La ensaimada, dulce y segura para el turista, queda justo detrás — lógico, viaja como recuerdo en las maletas. La sobrasada está presente, pero su imagen comercial fluctúa. El frito, en cambio, parece sin artificios. Esa sencillez impresiona más que las imágenes de marcas pulidas.
Lo que rara vez aparece en el debate público
La encuesta da una imagen; pero no cuenta toda la historia. Hay tres aspectos menos atendidos que deberíamos mirar con más detalle:
1. La función social: El frito no es un evento-show, es comunidad. En la cantina de una panadería, en el bar de la calle Sant Miquel o en una reunión familiar se conversa mientras se come sobre el tiempo, las reparaciones de la casa o el hijo que ha llegado de fiesta. Es un plato que crea cercanía.
2. La base económica: Muchos ingredientes proceden de pequeños productores: fruticultores, hortelanos, carniceros de pueblo. Si el frito gana relevancia, puede estabilizar la demanda de productos locales. Aún más: podríamos hacer visible esa vinculación, en lugar de celebrar solo buques insignia de exportación.
3. El relevo generacional: Los jóvenes mallorquines conocen el frito a veces de otra manera: como recuerdo de infancia, como el plato de la abuela. El reto es transmitir la receta sin convertirla en un objeto de museo. Aprender a cocinar en las escuelas o talleres en bares son respuestas sencillas, aunque poco habituales.
Oportunidades y soluciones concretas
Si el frito sirve como símbolo de la cocina auténtica de la isla, ¿qué se puede hacer sin perder su autenticidad? Algunas propuestas fáciles de implementar en la práctica:
Vincular menús locales de forma visible. Los platos del día en los bares podrían indicar el productor del día ("Patatas de Can Xavi, pimientos de Sa Pobla"). Pequeños carteles, nada de certificados. Una mirada que cuente el origen.
Talleres y días pop-up. Ante la iglesia de un pueblo o en el mercado semanal: una estación de frito donde la gente mayor muestre el plato. Jóvenes cocinan con ellos. No es un evento exagerado, solo intercambio.
Apoyo a pequeñas cocinas. Las administraciones locales podrían ofrecer microcréditos o subvenciones a bares, para que los platos tradicionales aparezcan más a menudo en la carta, sobre todo fuera de la temporada alta.
Oferta educativa. Un módulo en las cocinas escolares: recetas clásicas, ingredientes de temporada, evitar el desperdicio alimentario. El frito es un ejemplo ideal de cocina que aprovecha recursos.
En resumen
La encuesta no demuestra que Mallorca solo coma frito. Pero sí muestra qué entiende mucha gente por "típico": cotidianidad, origen y honestidad. En una isla que vive del turismo y, a la vez, lucha por su identidad, un plato tan poco espectacular como el Frito Mallorquín puede convertirse en emblema — si estamos dispuestos a cuidar la tradición y apoyar a los productores.
En el próximo paseo por Palma: entre a mediodía a un bar sencillo, escuche el choque de los platos, huela el aceite de oliva, deje que un poco de la brisa isleña le acaricie la cara y pruebe. Tal vez así entienda por qué tantos isleños relacionan este plato con su tierra.
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