Milch, Big Mac, Porto: Warum die Preise auf Mallorca schmerzen

Leche, Big Mac, franqueo: por qué muchos precios en Mallorca duelen tanto

👁 2314✍️ Autor: Ricardo Ortega Pujol🎨 Caricatura: Esteban Nic

Leche por 0,97 €, un Big Mac por 6,10 €, franqueo por 1,85 €: desde 2010 ciertos productos en la isla han subido claramente de precio. Un balance crítico y propuestas prácticas para el día a día.

Leche, Big Mac, franqueo: por qué muchos precios en Mallorca duelen tanto

Pregunta central: quién en Palma, Alcúdia o Sóller podrá pagar su vida cotidiana en el futuro — y qué podríamos hacer concretamente

En el mercado frente a la Plaça Major escucho a menudo lo mismo: un suspiro al ver el ticket, el crujir de la bolsa de plástico y la cuenta que de repente es más alta de lo previsto. Las cifras están sobre la mesa: un Big Mac cuesta actualmente 6,10 €, un litro de leche UHT de la marca de la casa en Mercadona 0,97 €, un sello de la UE 1,85 €. Algunos precios han aumentado notablemente desde 2010: el franqueo subió alrededor del 190 %, y el tabaco y los alimentos básicos también han subido con fuerza.

Esto nos lleva a la pregunta: ¿qué hay detrás de estos incrementos y quién paga la factura? En pocas palabras: varios factores a la vez. Los costes de energía y logística, ajustes fiscales y la evolución general de la inflación en España elevan los precios. En la isla se suman picos estacionales de demanda: hoteles, restaurantes y turistas se multiplican en verano, lo que desplaza la estructura de precios. Al mismo tiempo hubo en telecomunicaciones un movimiento contrario: una conexión básica con un gran operador cuesta hoy 19,90 € en lugar de casi 55 € en 2010 — un ejemplo de cómo la competencia y el avance tecnológico también pueden reducir precios.

Las cifras son frías, las consecuencias se notan en el día a día. Quien usa el autobús paga ahora 2,00 € por un billete sencillo; en 2010 eran 1,50 €. La gasolina cuesta en una estación cercana a la Plaza Progreso 1,729 € por litro de gasolina super (2010: 1,17 €). Los trayectos en taxi siguen siendo relativamente baratos, pero el precio por kilómetro subió a 1,20 € y los viajes al aeropuerto tienen recargos que pueden alcanzar 4,65 €. Los aparcamientos en Palma cobran ahora entre 1,30 y 3,00 € la hora — Avinguda Antoni Maura es la zona más cara con tres euros.

Lo que a menudo queda fuera del debate público es la escalada social de la carga. Una subida del franqueo afecta a las personas jubiladas que envían facturas por correo tanto como a las familias que mandan paquetes con frecuencia. Los saltos de precio en alimentos penalizan más a hogares con presupuestos ajustados que a parejas con mayor solvencia. En el mercado semanal observo a residentes mayores comparar cuidadosamente los envases de leche, mientras que parejas jóvenes optan más por productos de marca — no es un problema de lujo, es de distribución.

Escena cotidiana: en una mañana gris en la Carrer de Sant Miquel veo a una mujer que, tras hacer la compra, mira el recibo en la parada del autobús y murmura en voz baja: «Antes el dinero alcanzaba para todo.» A su lado pasa una repartidora que apila cajas y mira las subidas del combustible. Esos pequeños momentos cuentan más sobre la situación que cualquier estadística.

Algo que falta en el discurso: medidas de alivio concretas y locales. Se habla mucho de las tasas de inflación nacional, menos de medidas dirigidas a la población insular. También podría mejorarse la transparencia de las tarifas de aparcamiento, servicios municipales o de los taxis. ¿Quién decide cada ajuste y cuánto revierte en el municipio? Estas preguntas suelen quedar sin respuesta suficiente.

Propuestas concretas que podrían ayudar en Palma y en los municipios: 1) exenciones sociales en tasas municipales para hogares con bajos ingresos; 2) fomento de cooperativas alimentarias regionales y mercados locales para reducir costes de transporte y garantizar precios justos a productores y productoras; 3) transparencia de precios en aparcamientos y tarifas de taxi, incluida una consulta online sencilla; 4) ampliación de la movilidad local asequible para abaratar los desplazamientos; 5) compras municipales agrupadas para servicios intensivos en energía o seguros colectivos para autónomos.

En tono irónico: la solución no es volver los precios a los niveles de 2010. Se trata de distribuir las cargas de forma justa y usar palancas prácticas y pequeñas. Algunos sectores —las telecomunicaciones son un ejemplo— demuestran que los precios también pueden bajar cuando actúan la competencia y la tecnología. ¿Por qué no fomentar impulsos similares a nivel local?

Conclusión: la subida de precios tiene muchas caras. Algunas subidas se explican por factores globales, otras nacen de estructuras locales. Quien compra el periódico por la mañana en Palma, mete leche en el carro o envía una postal al continente lo nota. Lo decisivo será si los ayuntamientos, las organizaciones de consumidores y los actores económicos locales organizan juntos alivios pequeños pero efectivos. Quien ahora se limita a hablar de cifras se pierde la dimensión humana de la cuenta.

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