La ciudad de Manacor ha detenido momentáneamente la adquisición y demolición de los degradados apartamentos Topaz en Cales de Mallorca. La causa son complejas relaciones de propiedad y financieras — y la pregunta de quién acabará pagando.
Planes de demolición suspendidos por ahora: el complejo Topaz permanece en pie
A simple vista parece una solución sencilla: el municipio compra el edificio en ruinas, entra la excavadora y se libera espacio para zonas verdes o nuevas viviendas. En Manacor, sin embargo, se ha visto en los últimos días lo complicado que puede ser. Los apartamentos Topaz en Cales de Mallorca permanecen por ahora intactos. La pregunta central que surge es: ¿a quién corresponde finalmente la responsabilidad — a los propietarios, a los bancos o al ayuntamiento?
Quien pasea por las calles alrededor de la Plaça del poble percibe en verano a veces olor a agua estancada, oye el canto de las cigarras, ve cristales rotos y plantas que crecen entre las grietas del hormigón. Vecinas y vecinos hablan de ello en la panadería, en la terraza o durante el paseo del atardecer: “¿Cuándo pasará algo por fin?”
Por qué no se pueden usar directamente los millones de la UE
La administración municipal había previsto originalmente fondos de la UE por importe de 4,8 millones de euros para adquirir el terreno sin cargas y financiar la demolición. Pero ahora está claro: uno de los tres copropietarios inscritos tiene una deuda de más de tres millones de euros. Eso complica la situación de forma masiva. Las ayudas de la UE están sujetas a condiciones: la propiedad debía estar libre de cargas. Esa condición no se cumple, por lo que el municipio tendría que devolver los fondos si procediera de todas formas.
Esto no es un tecnicismo burocrático, sino un riesgo financiero real para las arcas municipales. La devolución consumiría dinero previsto para colegios, carreteras o proyectos sociales. Eso explica por qué las autoridades municipales han decidido frenar de momento.
Una mirada entre bastidores: ¿a quiénes se ve raramente?
En el debate público suelen discutirse las opciones sencillas — expropiación o compra forzosa. Pero pocos hablan de las verdaderas prioridades de los acreedores: bancos e instituciones crediticias tienen derechos de prenda, a menudo con prioridad alta en el orden de prelación. Mientras estos acreedores no acepten o no sean forzados judicialmente, una transferencia rápida de la propiedad es casi imposible. Tampoco se suele mencionar la secuencia de pasos procesales en los juzgados, la duración hasta posibles subastas forzosas y los costes que ello puede acarrear al municipio.
A ello se suma un problema político: cada paso hacia una expropiación genera aclaraciones legales y lleva tiempo — tiempo durante el cual el edificio sigue deteriorándose y la vecindad sigue soportando la carga.
Ánimo y demandas desde el vecindario
En un breve paseo por la mañana se escuchan preocupación e indignación: las personas mayores temen derrumbes y vandalismo, las familias se preocupan por los niños que juegan, y los comerciantes se quejan de la mala imagen que ahuyenta a la clientela. Algunos piden medidas más contundentes — calendarios claros, actuaciones más enérgicas y, si hace falta, expropiación. Otros advierten de costos adicionales para las arcas municipales y temen que Manacor acabe con la factura.
El ayuntamiento ha anunciado que estudiará la situación a fondo. Un concejal plantea una consulta pública para reunir a residentes, posibles inversores y grupos de interés. Para muchos, sin embargo, esto parece otro capítulo de una historia que se prolonga demasiado.
Medidas pragmáticas en lugar de árboles y excavadoras — lo que es posible ahora
A corto plazo deben primar medidas pragmáticas: vallas de seguridad, señales de advertencia, inspecciones periódicas y un punto de contacto en el ayuntamiento para que los vecinos informen rápidamente de daños o vertidos ilegales. Esto evita peligros inmediatos y tranquiliza al vecindario.
A medio plazo hay tres vías a considerar: 1) negociar con acreedores y bancos para permitir una adquisición ordenada; 2) pasos judiciales para acelerar subastas forzosas o imponer medidas administrativas; 3) modelos de financiación creativos, como avales municipales, reordenación parcial de fondos de la UE o asociaciones público-privadas que atraigan inversores sin sobrecargar al municipio.
Una idea menos atendida pero inmediata proviene de iniciativas locales: un uso temporal intermedio como parque provisional. Campañas de limpieza, adopción por grupos de barrio, colmenas o huertos urbanos podrían proteger el área, mejorar el ánimo y prevenir más actos de vandalismo — hasta que se resuelvan las cuestiones legales y financieras.
Qué queda — y qué debería aprender el municipio
El complejo Topaz es más que un edificio con hormigón desmoronado. Es un termómetro de la capacidad de actuación municipal en una época en la que las estructuras de propiedad y entrelazados crediticios son cada vez más opacos. Manacor no está sola en esto — pero la reacción de la administración mostrará cuánto valor político y precisión jurídica se necesita para resolver estos casos con más rapidez y mayor justicia social en el futuro.
Hasta que las excavadoras lleguen de verdad, la fachada seguirá siendo un recordatorio de relaciones de propiedad complicadas — y de la paciencia del vecindario. La verdadera tarea, sin embargo, es encontrar formas de unir dinero, derecho e intereses comunitarios para que ningún barrio quede años en el limbo.
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