Palma: Freiluftkunst erhalten statt verfallen lassen

El museo al aire libre de Palma en peligro: ¿Quién se ocupa de las esculturas?

👁 2013✍️ Autor: Adriàn Montalbán🎨 Caricatura: Esteban Nic

Palma es un museo abierto: pero muchas esculturas se deterioran, están sucias o desaparecen entre la vegetación. Una radiografía de lo que falta y cómo la ciudad puede salvar el arte al aire libre.

El museo al aire libre de Palma en peligro: ¿Quién se ocupa de las esculturas?

Pregunta central: ¿Cuánto tiempo permitirá Palma que su arte en el espacio público se deteriore — y qué haría falta para salvarlo?

Si uno se sitúa en una fría mañana de diciembre en el Parc de la Mar, escucha el golpe distante de los obreros, el graznido de las gaviotas sobre el lago y la charla silenciosa de jubilados que se sientan en los bancos bajos mirando la catedral. Entre plátanos y jóvenes arbustos de lentisco están el bronce y la piedra, a veces bien visibles, a menudo a media sombra. Esta escena podría ser alegre. En cambio cuenta una historia de falta de cuidados.

Con los años Palma se ha convertido en un gigantesco museo al aire libre: obras de escultores locales e internacionales aparecen en Via Roma, Passeig Mallorca, Jaume III, la Rambla o en la Plaça de la Porta del Camp. Algunas piezas —desde construcciones metálicas filigranas hasta cuerpos macizos de cemento— lucen orgullosas; otras parecen descuidadas: cemento desmenuzado, pintura desteñida, pintadas y peanas invadidas por la vegetación.

Análisis crítico

El problema tiene varios rostros. Técnicamente, muchos materiales no están hechos para una exposición eterna a la intemperie. El hormigón, ciertos plásticos y algunos recubrimientos envejecen de forma visible si no se mantienen con regularidad. A ello se suma la carga mecánica: perros que marcan las peanas; niños que trepan por las esculturas; actos vandálicos intencionales. Un tercer factor es la colocación: algunas obras están bajo follaje denso o junto a coches aparcados, de modo que apenas se perciben y se ensucian más rápido.

Organizativamente parece faltar un plan integral: no existe una lista de inventario públicamente conocida con informes de estado, tampoco una agenda de conservación priorizada y solo reacciones esporádicas tras episodios de vandalismo. Los equipos de limpieza retiraban grafitis con menos frecuencia —hoy se hace más, lo cual es positivo—, pero la restauración o el mantenimiento preventivo quedan relegados. Cuando una gran escultura de hormigón empieza a dejar al descubierto el hierro de su interior, ya es un estado grave que resulta caro y laborioso de arreglar.

Lo que falta en el debate público

A menudo se habla de nuevas adquisiciones o de fiestas, pero con demasiada poca atención al mantenimiento sostenible. Falta transparencia: ¿cuántas obras pertenecen al ayuntamiento? ¿Quién asume la responsabilidad? ¿Qué presupuesto está previsto? Tampoco se discuten con frecuencia las medidas preventivas: recubrimientos adecuados al material, controles periódicos, conceptos de iluminación o acciones educativas para que residentes y visitantes actúen con más respeto.

Escena cotidiana en Palma

Imagínese la calle Jaume III un sábado: gente con bolsas de compra, un foodtruck en un lateral, jóvenes camino de los cafés. Allí se alza una escultura dorada poco atendida, casi invisible entre los escaparates y las terrazas. Quien la reconoce quizá hace una foto. La mayoría pasa de largo. Que una obra forme parte del trajín diario y, al mismo tiempo, permanezca invisible, muestra una paradoja: el arte está presente, pero no se cuida.

Propuestas concretas

1) Inventario e informe de estado: Un recuento actualizado de todas las obras públicas —ubicación, material, año, propiedad, estado actual— es la base. Esta lista debería ser de acceso público y actualizarse con regularidad.

2) Planes de mantenimiento priorizados: No todas las esculturas requieren de inmediato una restauración costosa. Un sistema de semáforo (crítico, llamativo, bueno) ayuda a concentrar recursos. En los casos críticos deben contratarse conservadores especializados con rapidez.

3) Presupuesto regular y fondo: Un presupuesto anual fijo en Palma para la conservación del arte público, complementado por patrocinios de empresas o fundaciones, evita el aplazamiento continuo de intervenciones.

4) Medidas de protección adecuadas al material: Recubrimientos anti-graffiti, barnices resistentes a los rayos UV, desagües alrededor de las peanas o peanas elevadas que mantengan alejados los excrementos de perros y el agua se amortizan a largo plazo.

5) Revisión de emplazamiento e iluminación: Algunas obras ganan si se trasladan o se iluminan mejor. Un buen emplazamiento convierte la escultura en punto de encuentro y aumenta la atención del público —eso protege frente al vandalismo.

6) Comunicación y educación: Códigos QR con información, paseos guiados, colaboración con centros educativos —quien conoce los antecedentes trata con más respeto las obras.

7) Responsabilidad y aplicación: Responsabilidades claras a nivel municipal, tiempos de respuesta más rápidos ante daños y sanciones más firmes por destrucción intencionada son necesarios. Igualmente importante: implicar a los propietarios de perros, instalar más papeleras y colocar señalética.

Conclusión contundente

Palma posee una valiosa colección pública: forma parte del día a día y define el paisaje urbano. Pero un museo abierto que se desgasta y desaparece es una oportunidad perdida. Hacen falta menos inauguraciones solemnes y más trabajo continuo: inventario, dinero, conocimientos especializados, buenos emplazamientos y un poco de cuidado vecinal. Si no, las piezas corren el riesgo de convertirse en fragmentos archivados.

Quien recorre las calles de Palma puede comenzar de inmediato: mantener los ojos abiertos, hacer fotos, comunicar pequeños daños al ayuntamiento. No es una labor glamurosa, pero sí práctica. Y, de paso: cuanto mejor cuidemos ese arte, más amable, claro y singular será nuestra ciudad para quienes viven aquí —no solo para las postales.

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