La EMT registra millones más de pasajeros — y aun así largas columnas de coches siguen congestionando las principales arterias de Palma. Por qué los autobuses llenos no implican automáticamente menos atascos y qué medidas son necesarias ahora.
Más pasajeros, mismos atascos: Palma tiene un dilema de movilidad
En una de esas mañanas claras y sin viento en la Via de Cintura, con el espresso todavía en la mano, primero se oye el zumbido de los motores y luego el constante toc-toc de los claxones. Los autobuses de la EMT pasan llenos, pasajeros con mochilas y bolsas de la compra se apelotonan en las puertas — y, pese a ello, el carril izquierdo sigue siendo un mar de coches. Las cifras confirman la impresión: la EMT registró en los últimos dos años un salto de alrededor de 40 a unos 60 millones de pasajeros. Sin embargo, las arterias principales no se han vaciado de forma apreciable.
La pregunta principal: ¿por qué un mayor uso del transporte público no reduce el tráfico de coches?
La respuesta es doble y poco espectacular: muchos viajes en autobús nuevos sustituyen desplazamientos cortos a pie o en bicicleta, y al mismo tiempo aumenta el número de personas y de repartos que circulan por la ciudad. Lo que en las estadísticas parece un éxito, en el día a día se traduce en ruido, emisiones y una incertidumbre cotidiana sobre el tiempo de viaje. Quien antes caminaba cinco minutos por el carrer ahora toma el autobús por comodidad — a menudo incluso gratis para residentes — y así ocupa capacidad que no sustituye automáticamente a los turismos.
Aspectos que quedan fuera del debate
Primero: crece el tráfico de reparto y de desplazamiento. Los pedidos online, más obras y nuevos barrios en la periferia generan trayectos adicionales que confluyen por la mañana y por la tarde. Segundo: el aparcamiento sigue siendo caro y, al mismo tiempo, accesible. Mientras sea fácil dejar el coche en el destino — en el supermercado o delante del colegio — la barrera de usarlo seguirá siendo baja. Tercero: la distribución modal es compleja; la elección del medio depende del confort, la fiabilidad y del último kilómetro. Los autobuses llenos muestran demanda, pero no necesariamente un cambio de quienes recorren largos trayectos en coche por la mañana y la tarde.
Una conductora de autobús que encontré en el Passeig Mallorca lo resumió con frialdad: "Los autobuses están llenos, se ve. Pero en el semáforo al lado mío — siguen las mismas caravanas de coches." El ruido de la ciudad confirma su perspectiva: motores, neumáticos sobre el asfalto, el timbre de una bicicleta a lo lejos — y en medio la voz del anunciador que va contando las paradas.
Consecuencias concretas para trabajadores, vecinos y comercios
En las vías centrales el contador de tráfico sigue registrando alrededor de 14.300 vehículos diarios — aproximadamente el mismo valor de hace seis años. Para los desplazados eso significa: tiempos de viaje impredecibles, citas retrasadas, costes operativos más altos. Para los vecinos: más horas de ruido, peor calidad del aire y menos calidad de vida. Para los comercios, el atasco puede ser maldición y bendición: las entregas se complican, pero a la vez los clientes permanecen en los barrios en vez de atravesar la ciudad.
Qué se necesita ahora: más que mejores autobuses
Los autobuses llenos son un avance — pero no bastan por sí solos. Palma necesita medidas complementarias que fomenten los cambios de comportamiento que las estadísticas aún no han mostrado. Pasos concretos podrían ser:
- Ampliar y controlar de forma consistente los carriles bus: Si los autobuses quedan atrapados en el atasco, pierden atractivo. Carriles bus segregados y vigilancia automatizada alivian y aceleran el transporte público.
- Potenciar park-and-ride en la periferia: Recoger a los desplazados antes de que entren al centro; con autobuses de enlace rápidos y fiables y aparcamientos seguros para bicicletas.
- Desplazar inteligentemente los horarios de reparto: Entregas nocturnas para grandes comercios, entregas escalonadas y zonas de carga y descarga fijas alivian las horas punta.
- Gestión del estacionamiento y política de precios: Menos aparcamiento directo en el centro, bonificaciones atractivas para transporte público y bicicleta para los desplazados, incentivos dirigidos en lugar de subvenciones generales.
- Micromovilidad y carriles bici seguros: Más ejes ciclistas continuos y protegidos, mejor infraestructura para aparcar bicicletas e integración con el transporte público para el problema del "último kilómetro".
Y en última instancia: una discusión honesta sobre el uso del espacio. La construcción de viviendas en la periferia trae personas — y tráfico. Cuando se crean nuevos barrios, los conceptos de movilidad deben pensarse desde el principio, no debatirse después.
Una mirada desde la cotidianeidad mallorquina
La solución no es una única palanca, sino un conjunto de inversiones, normativas y cambios de comportamiento. En una tarde calurosa en Santa Catalina se ven padres con bolsas de la compra, ciclistas en carriles estrechos y turistas que se abren paso entre furgonetas de reparto. Hay oportunidades: una conexión de autobús más fiable puede convencer a la gente de dejar el coche — pero solo si es más rápida, predecible y cómoda que ir en su propio vehículo.
Conclusión: El aumento de pasajeros en los autobuses de Palma es una buena noticia — refleja disposición a usar el transporte público. Pero no traerá un alivio claro en las calles por sí solo. Hace falta una planificación más valiente, intervenciones dirigidas en los flujos de aparcamiento y reparto y predisposición a cambiar hábitos. Si no, el café de la mañana en la Via de Cintura seguirá caliente, pero el tráfico seguirá siendo ruidoso.
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