A partir del otoño se quemarán hasta 30.000 toneladas de basura de Ibiza en Son Reus. Un ensayo piloto pragmático — pero, ¿qué riesgos, efectos secundarios y alternativas permanecen sin debatir?
¿Debería Palma quemar la basura de Ibiza a partir del otoño?
La cuestión central es sencilla, la respuesta más complicada: ¿aliviará la prevista fase piloto de unas 30.000 toneladas al año o solo trasladará los problemas de una isla a otra? Desde el otoño, por la noche atracarán en Palma embarcaciones especiales procedentes de Ibiza, traerán a tierra contenedores herméticamente cerrados y camiones sellados conducirán luego a la planta de incineración Son Reus. Sobre el papel parece una coreografía bien ensayada. En la realidad, sin embargo, a menudo se percibe más que papel: el café de los estibadores a las cinco, el traqueteo de los motores de los camiones en Son Ferriol y las gaviotas que planean sobre el espigón del puerto.
Logística: práctica —y sin embargo ruidosa
Los responsables prometen rutas fijas sin atravesar el centro y transportes fuera del tráfico turístico. Eso alivia el tráfico —y aún así los vecinos tienen recelos. Un taxista de Son Ferriol lo resume con pragmatismo: "Cuando el primer camión pase por el barrio tras dos tazas de café, se nota". Ruido, posibles molestias por olores a primera hora y jornadas ampliadas para el personal portuario y logístico son efectos secundarios realistas que hasta ahora en muchas reuniones se han tratado más como cuestiones técnicas que como temas de calidad de vida para los residentes a lo largo de las rutas.
¿Quién paga —y quién se beneficia?
Con 50 millones de euros que, según el acuerdo, recibiría el consell de Mallorca, el modelo suena a primera vista a buen negocio: los ayuntamientos podrían reducir las tasas de basura en alrededor de un diez por ciento, lo que aliviaría especialmente a las localidades pequeñas. Pero el dinero por sí solo no calma. Será determinante cómo se distribuyen y controlan esos fondos. ¿Se financiarán con ellos medidas de control de emisiones, protección contra el ruido y ofertas de información transparente —o se diluirán los recursos mayoritariamente en el presupuesto general?
Cuestiones ambientales y de salud: ¿qué queda sin aclarar?
Los grupos ecologistas exigen estaciones de medición adicionales para la calidad del aire y los olores —una petición razonable y relativamente fácil de implementar. Es esencial saber qué contaminantes estarán realmente en el foco: ¿material particulado, óxidos de nitrógeno, compuestos similares a las dioxinas? ¿Y cómo se registrarán los picos puntuales cuando por la noche coincidan varios transportes? La transparencia en forma de datos de medición accesibles públicamente y controles independientes debería ser parte del contrato antes de que se aumente el volumen tras la fase piloto. Si no, se corre el riesgo de una erosión silenciosa de la confianza: las autoridades aseguran que todo es seguro —los residentes miden lo contrario.
Lo que falta en el debate público
Dos aspectos han permanecido hasta ahora poco atendidos: por un lado, la distribución social de las cargas —qué barrios están a lo largo de las rutas, quién trabaja de madrugada en el espigón del puerto, quién soporta el ruido y las posibles emisiones—; por otro lado, la oportunidad de aprovechar el paso para evitar residuos de forma sistemática. Si Palma acepta la basura de Ibiza, existe el riesgo de trasladar responsabilidades. Una estrategia a largo plazo debería invertir paralelamente en una mejor prevención y separación de residuos en Ibiza, en lugar de limitarse a organizar transporte e incineración.
Propuestas concretas en lugar de solo preocupación
Desde la perspectiva mallorquina pueden proponerse medidas pragmáticas y de aplicación inmediata:
- Ampliar la red de medición: estaciones móviles y fijas a lo largo de las rutas de transporte y en torno a Son Reus, con datos en directo accesibles en la red.
- Protección contra el ruido y horarios: límites claros de ruido, zonas de carga amortiguadas en el puerto y transportes obligatorios solo en franjas horarias definidas, combinados con un mapa de rutas para los vecinos.
- Transparencia en el desembolso de los 50 millones: un plan de fondo accesible públicamente, en el que una parte esté vinculada y reservada para medidas de protección de emisiones, ruido y acciones sociales.
- Cláusula de suspensión en el contrato: Solo tras una evaluación exhaustiva de la fase piloto y auditorías independientes podrá aumentarse el volumen (incluida la cota máxima que actualmente se menciona en 80.000 toneladas).
- Inversiones en prevención de residuos en Ibiza: Si una isla ya alcanza sus límites de capacidad, la respuesta debe incluir más reciclaje, compostaje y soluciones locales —no solo tratamiento remoto.
El día a día decidirá
Para muchos residentes cambian pocas cosas a corto plazo: las bolsas seguirán saliendo puntuales con la recogida, los cafés abrirán y los pescadores zarparán. Para estibadores y personal logístico el día comenzará más temprano, el ruido se desplazará y para los políticos la tarea ahora es generar confianza. Eso no se logra solo con promesas, sino con cifras, métodos de medición claros y mejoras visibles en el barrio. La próxima semana iré antes al espigón del puerto, termo en mano, para ver la manipulación de los contenedores. Hasta entonces sigue siendo una cuestión de equilibrio: actuar con pragmatismo —y al mismo tiempo mantenerse vigilantes.
El proyecto puede funcionar —si no solo muestra capacidad logística, sino también transparencia y medidas de protección reales para las personas y el medio ambiente.
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