Polizei räumt Parkchaos in Palma‑Gewerbegebieten

La policía despeja el caos de aparcamiento en los polígonos industriales de Palma — Controles, grúas y preguntas abiertas

👁 2431✍️ Autor: Adriàn Montalbán🎨 Caricatura: Esteban Nic

En una semana la policía local de Palma interpuso más de 400 denuncias en Son Güells, Son Morro y la calle Blanquerna — muchas afectaban a remolques estacionados sin vehículo tractor. ¿Qué aporta esta actuación a vecinos y empresas?

La policía despeja el caos de aparcamiento en los polígonos industriales de Palma — Controles, grúas y preguntas abiertas

Más de 400 denuncias en una semana — y lo que ahora falta

Temprano por la mañana en el polígono de Son Güells: furgonetas de reparto exhalan olor a diésel en el aire frío, las carretillas elevadoras pitan y en los márgenes de la calle hay remolques alineados como estanterías sobre ruedas. En solo siete días la policía local de Palma ha repartido aquí y en Son Morro, así como en la calle Blanquerna, más de 400 denuncias. Casi 280 de ellas afectaban a remolques sin vehículo tractor —según la ordenanza municipal de tráfico no permitido. Además hubo procedimientos por ITV caducada o falta de seguro, y algunos vehículos fueron retirados mediante grúa.

Pregunta clave: ¿mejoran realmente estas redadas la situación del tráfico o solo apartan los síntomas sin abordar las causas? Esa es la cuestión central que en el discurso público a menudo queda en un segundo plano.

Desde un punto de vista analítico, estos controles focalizados parecen eficaces a corto plazo: vías más despejadas, menos entradas bloqueadas y menos molestias inmediatas para el tráfico de reparto. Pero la otra cara aparece pronto. Especialmente en los polígonos industriales, donde el espacio es escaso y las zonas de carga limitadas, surge un dilema práctico. Muchas pequeñas empresas dejan remolques frente a su puerta porque carecen de un lugar seguro donde guardarlos. Que alguien sea denunciado por ITV caducada o falta de seguro no lo convierte automáticamente en delincuente: en casos concretos hay problemas económicos o trabas burocráticas detrás.

Lo que falta en el debate público es un diagnóstico honesto de la infraestructura. Se habla mucho de controles y menos de alternativas. ¿Dónde pueden aparcar legalmente los vehículos de reparto? ¿Hay suficientes zonas señalizadas para carga y descarga? ¿Cómo se comunica el ayuntamiento con los empresarios del polígono? Y: ¿las multas están calibradas para disuadir sin poner en riesgo a las empresas?

Una escena cotidiana en Palma que ilustra el dilema: una pyme de artesanía en la calle Blanquerna descarga material por la mañana. El remolque está fuera de una zona marcada porque la parcela de la empresa lleva años ocupada por un contenedor abandonado. El propietario murmura en mallorquín mientras entra al taller: “Si no hay sitio, ¿dónde lo dejamos?”

Existen soluciones concretas que son factibles y llegarían antes que las continuas oleadas represivas. Primero: señalización y marcado dirigido de zonas de carga —no solo en el centro, también en Son Güells y Son Morro. Segundo: horarios de estacionamiento coordinados para empresas; determinadas áreas podrían usarse como aparcamiento de larga estancia por la noche y mantenerse libres para la actividad durante el día. Tercero: cooperación entre el Ajuntament de Palma, las asociaciones empresariales locales y los servicios de gestión de residuos para retirar sistemáticamente cargas que bloqueen, como contenedores abandonados o vehículos viejos. Cuarto: un sistema digital sencillo para que las empresas denuncien incidencias —subir una foto, indicar ubicación y recibir una revisión rápida por parte del ayuntamiento en lugar de meses de intercambio de cartas. Y quinto: un folleto obligatorio para emprendedores en polígonos industriales que explique las normas, las posibles zonas de aparcamiento y los contactos de interés.

Prácticamente, Palma podría experimentar también con aparcamientos temporales fuera de los polígonos —espacios económicos y vallados que se puedan usar mediante tarifa o subvención. Así los remolques y vehículos no autorizados dejarían de ocupar las vías por frustración. Y: los controles son más sostenibles si se combinan con prevención —más mesura en las primeras infracciones y sanciones para reincidentes.

Conclusión: la campaña de denuncias aporta orden a corto plazo, pero no es una panacea. Quien quiera que los polígonos funcionen de forma permanente debe ofrecer plazas, reglas claras y procesos administrativos ágiles. Si no, pronto volveremos a la misma situación: problemas apartados, no resueltos —y el ruido de las carretillas elevadoras y el pitido de las furgonetas seguirán siendo nuestra compañía constante.

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