Un gran portaaviones estadounidense se espera para principios de octubre en Palma. Para muchos residentes, la señal desde la distancia es inquietante, y al mismo tiempo extrañamente cotidiana.
Cuando un buque de guerra pone la costa en conmoción
Aún no es la guerra, dicen unos. Un claro signo de tensiones geopolíticas, dicen otros. A principios de octubre debería estacionarse un gran portaaviones estadounidense en Palma, y de repente el puerto vuelve a convertirse en un escenario político.
El pasado viernes estuve en Passeig Marítim, alrededor de las 9. Olor a café, dueños de perros, y un grupo de hombres mayores que observan la entrada del puerto con mirada crítica. «Antes llegaban cargueros, ahora llegan portaaviones», dijo Joan, un pescador de Portixol, mientras encendía su cigarrillo. Suena como una novela, pero se siente real.
Entre rutina y inquietud
La presencia militar en el Mediterráneo no es una novedad: la isla ya ha visto varias grandes embarcaciones. Sin embargo, el momento es delicado: retórica bélica, tensiones internacionales y titulares convierten una estancia en el muelle en una señal política. Para muchos residentes, la preocupación se mezcla con una especie de fastidio: ¿Por qué precisamente aquí, por qué ahora?
La policía y las autoridades portuarias reaccionan con pragmatismo: controles aumentados, zonas de seguridad temporales, más patrullas. Para la temporada de vacaciones no va a ser un problema, dicen los hoteleros. Para activistas y grupos por la paz es una ocasión para hacerse oír: vigilias, discusiones en centros culturales y llamadas en los bares de tapas hasta entrada la noche.
¿Qué significa esto para nosotros en el lugar?
Concretamente: más uniformes a poca distancia del mercado, rutas modificadas para embarcaciones pequeñas y un tema adicional en la barra. Simbólicamente es un espejo de cuán presente está la política exterior aquí. Muchos mallorquines, especialmente los mayores, aún recuerdan cuando las tensiones internacionales parecían lejanas. Hoy forman parte de la conversación diaria.
Un antiguo profesor de historia en mi calle dijo: «Tales oportunidades muestran cuán frágil puede ser la calma». Tiene razón. Pero la isla también tiene su rutina: cafés, iglesias y vecindarios que simplemente siguen adelante, mientras se acercan olas mayores.
Si la maniobra militar genera más inquietud o solo interés a corto plazo, ya se verá. Por ahora queda mucha incertidumbre, un poco de enfado y la esperanza de que la política, al final, permanezca en las mesas de negociación y no se juegue en nuestro mar.
Observado, anotado y preguntado en el lugar — una mirada desde Palma.
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