En la tranquila versión invernal de Magaluf, Ramona Hanke ofrece goulash, Spätzle y música schlager para crear familiaridad; abierto a diario, incluso en Navidad. Un llamamiento a apoyar los pequeños locales.
Ramona’s en Magaluf: cocina casera alemana que mantiene las luces encendidas en invierno
Cuando la Avinguda Magaluf en diciembre parece desierta, con persianas bajadas y solo algún turista ocasional, hay un lugar que no cierra: Ramona’s, en la Avinguda Magaluf 10. Estuve allí en una tarde templada (poco más de 15 grados); el local brilla en rojo y blanco, en la entrada cuelgan pequeñas guirnaldas y en la terraza hay mantas gruesas preparadas. Huele a caldo y a galletas recién horneadas: difícil imaginar un invierno más acogedor.
La dueña se llama Ramona Hanke. Es de Dresde y lleva unas tres décadas viviendo en la isla. Se nota en cada gesto que ella entiende la cocina como oficio: prepara la sopa de lentejas, hace las Spätzle a mano y pone a cocer el goulash con una salsa potente que huele a cebolla y pimentón. En la pantalla del fondo suena schlager alemán, no a todo volumen, más bien como una banda sonora familiar. El cartel "Cocina alemana" en la ventana funciona como una promesa que Ramona cumple.
Lo que aquí funciona es simple: fiabilidad. Ramona ha orientado su pequeño menú de forma clara: sopa de lentejas, goulash con Spätzle caseros, col roja, stollen y galletas, y está abierto diariamente de 8 a 18 horas, sin día de descanso, incluso en Nochebuena y Nochevieja. Para fechas especiales ofrece un menú festivo, por ejemplo ganso de Navidad bajo pedido. Para muchos clientes eso significa sabores familiares, cuando en Magaluf suelen dominar el fish and chips o los currys indios.
La clientela es variada: algunos turistas alemanes se detienen, curiosos y aliviados a la vez; vecinos españoles y gente de Palma también vienen, atraídos por algo distinto. En invierno se ven menos los grandes grupos de turistas y más clientes habituales, vecinos y personas que valoran la comida casera. Ramona cuenta que en verano llega otro público: más dispuesto a experimentar y probar cosas nuevas, pero en temporada baja la fiabilidad y el calor humano hacen la diferencia.
Los detalles cotidianos permanecen en la memoria: el tintineo de los cubiertos, la conversación tranquila de dos señores mayores en la barra, la camarera que pasa con cuidado un plato humeante de goulash por encima del mostrador, y afuera el ruido ocasional de un autobús. La atmósfera se parece más a una pequeña cantina con corazón que a un restaurante con espectáculo. Eso encaja con el Magaluf fuera de temporada: menos fiesta, más vida cotidiana.
¿Por qué es bueno para Mallorca? Negocios pequeños como Ramona’s mantienen vivos los destinos turísticos cuando las playas están vacías. Generan empleos, evitan que las calles caigan en un sueño profundo y ofrecen a residentes y visitantes un lugar fuera del bullicio estival. La variedad culinaria no es un lujo, sino parte del atractivo de la isla: locales así hacen que Mallorca sea más diversa a lo largo del año.
Mi consejo para quien lea esto: si pasan por la zona en las próximas semanas, pasen a saludar. Un plato de goulash con Spätzle caseros calienta más que una breve pausa en la playa a 15 grados. Quien planifique una comida festiva puede encargar el ganso navideño; quien prefiera la espontaneidad, puede pedir una sopa de lentejas y llevarse un trozo de stollen a casa. Reservar no es imprescindible, pero sí recomendable en las noches y días festivos.
Ramona misma sueña con convencer a más gente de su cocina; se mantiene optimista, aunque en invierno lleguen menos comensales. En una ciudad que vive de las fiestas en verano, su decisión de mantener el local abierto es casi un acto de valentía civil: ofrece cotidianidad, familiaridad y sabor. Eso vale para Magaluf más de lo que parece a primera vista.
Perspectiva
Ramona’s no es una incorporación espectacular, sino un trozo de normalidad vivida en una ciudad estacional. Lugares así hacen que la isla sea habitable, tanto para locales como para visitantes que buscan algo más que una playa. Así que: sí, suena schlager, sí, hay goulash y Spätzle. Y por eso merece la pena una visita.
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