Conversación en un café de la Avenida Jaime III sobre la reducción de vuelos de Ryanair y su impacto en Mallorca

Ryanair se retira: qué amenaza al verano turístico de Mallorca

👁 4723✍️ Autor: Ricardo Ortega Pujol🎨 Caricatura: Esteban Nic

Ryanair cancela millones de asientos en España. Para Mallorca aún no se ha registrado una caída directa, pero hoteles, taxis y la restauración observan con nerviosismo los próximos meses. ¿Qué significa realmente la retirada y qué medidas pueden ayudar a la isla?

Menos vuelos, preocupaciones ruidosas en la Avenida Jaime III

En una mañana lluviosa en la Avenida Jaime III, entre el tintineo de las tazas de espresso y el leve rumor de los repartidores en moto, la conversación en el café giraba en torno a una noticia que nadie aquí quiere oír: Ryanair reduce drásticamente su oferta en España. En invierno se espera que desaparezcan alrededor del 16 por ciento de las capacidades —más de un millón de asientos. Sumadas a las ya anunciadas reducciones de verano, pronto se alcanza una cifra cercana a dos millones de plazas suprimidas.

La pregunta central

¿Qué significa concretamente la retirada de Ryanair para Mallorca? La respuesta no es solo un número. Se trata de accesibilidad, formación de precios y las intrincadas ramificaciones de la economía insular: hoteles, empresas de alquiler de coches, taxistas, restaurantes y también la mano de obra temporal dependen de conexiones aéreas estables. Si la aerolínea de bajo coste redistribuye sus capacidades —lejos de España, hacia Italia, Croacia y Suiza— aparecen huecos. Al principio no se perciben en el aeropuerto de Palma, pero las señales son claras: menos opciones para los viajeros, potencialmente precios más altos y una mayor dependencia de pocos operadores grandes.

¿Quién cae en la red?

Los más afectados son los aeropuertos regionales pequeños. Lugares como Santiago o Vigo pierden, según los planes, casi la mitad de su oferta; eso repercute en las conexiones directas. Para Mallorca significa de forma indirecta que, si las regiones del continente reciben menos capacidad, disminuye el número de viajeros potenciales para escapadas cortas o de viajeros con conexiones que llegan a la isla tras hacer escala. En el Passeig del Born, hoteleros y propietarios de restaurantes miran con más atención los datos de reservas —y las cajas registradoras— a la hora de planificar la semana. Los taxistas del aeropuerto intercambian miradas cuando los aviones llegan tarde o directamente no llegan.

Ryanair culpa a Aena. Tarifas demasiado altas, condiciones menos atractivas, esa es la justificación oficial. Pero esa es solo una parte de la historia. Las decisiones de las aerolíneas se basan en múltiples factores: la rentabilidad de rutas concretas, la planificación de la flota, la disponibilidad de personal y el marco político. Lo que a menudo se pasa por alto en el debate público es que la reacción en cadena no afecta solo a los pasajeros. La pérdida de vuelos reduce también la capacidad de carga, dificulta los traslados de personal y altera los patrones de migración laboral estacional.

Riesgos concretos para Mallorca

A corto plazo se reduce la variedad de opciones para los viajeros. A medio plazo pueden dispararse los precios si la demanda se mantiene y la oferta baja. Hoteles que dependen del volumen en la temporada baja podrían sufrir pérdidas de facturación. Si una región pierde conectividad durante el invierno, existe el riesgo de que los clientes habituales cambien sus costumbres —y que luego sea difícil recuperarlos.

Un punto subestimado: la movilidad de la mano de obra estacional. Menos conexiones directas implican viajes de ida y vuelta más complicados para el personal de servicio imprescindible en hoteles y restaurantes. También se reduce la flexibilidad de los tour operadores y la capacidad de cubrir con rapidez las plazas necesarias. Todo ello incrementa el riesgo de cuellos de botella logísticos en una isla que depende en gran medida del turismo.

¿Qué se podría y debería hacer?

La solución no recae únicamente en Aena o en la aerolínea. Hace falta un conjunto de medidas a nivel local:

1. Comunicación en política de transporte aéreo: El gobierno insular, los hoteles y el operador aeroportuario deberían formar una mesa de trabajo común para identificar huecos a corto plazo y coordinar posiciones en las negociaciones. La claridad genera confianza —y la oportunidad de salvar rutas críticas.

2. Incentivos en lugar de confrontación: En vez de discutir solo sobre tarifas, incentivos temporales de slots o cooperaciones de marketing podrían ayudar a mantener económicamente las rutas estacionales. No se trata de regalar a las aerolíneas, sino de usar instrumentos de política de infraestructuras con objetivo claro.

3. Fortalecer alternativas: Mejorar las conexiones por ferry desde la península, ofrecer paquetes de viaje combinados y aumentar la cooperación con otras aerolíneas o empresas chárter podría compensar las carencias de capacidad. Mayor flexibilidad en la asignación de slots y la rápida redistribución de aeronaves serían también útiles.

4. Valor en lugar de cantidad: A largo plazo conviene a la economía mallorquina orientar la oferta hacia mayor ocupación y viajeros más sostenibles, no solo hacia lo barato y masivo. Una mayor estancia y calidad ayuda más a tapar agujeros en los presupuestos que el mero volumen.

Detalle curioso: mientras algunos cafés se vacían, las máquinas de obra en el paseo marítimo siguen haciendo ruido. La isla planifica su futuro, pero lo hace en un entorno que reacciona cada vez más rápido a los cambios del mercado.

Mirando hacia adelante

Mantener la calma, pero estar alerta —esa es la consigna para Mallorca en los próximos meses. La retirada de una aerolínea de bajo coste no afecta solo a los pasajeros. Revela puntos débiles: dependencia de pocos proveedores, escasa diversificación de mercados emisores y limitadas posibilidades de respuesta inmediata. La oportunidad está en la cooperación: quien ahora busque diálogo en lugar de confrontación, puede amortiguar parte de los efectos. Quien se limite a mirar, corre el riesgo de que pequeños huecos se conviertan en brechas duraderas.

Las gotas de lluvia en la Avenida ya han cesado. Pero la conversación en las mesas continúa —y recuerda que, en una isla como Mallorca, muchas cosas se deciden al final en conexiones pequeñas y cotidianas. Vuelo tras vuelo.

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