El exhuracán 'Gabrielle' llegó como una borrasca a Mallorca y dejó calles inundadas, infraestructuras dañadas y muchas preguntas sobre la preparación de la isla.
Lunes, granizo, naves y la pregunta que queda
El inicio de la semana en Mallorca se sintió como una película en la que subes el volumen: granizos golpeaban los tejados metálicos, el repiqueteo hacía vibrar las ventanas, y en Inca la Avinguda Antoni Maura se convirtió momentáneamente en el cauce de un arroyo. Hacia mediodía, en algunos barrios el agua llegó hasta el umbral de las puertas; los sótanos se llenaron, los coches quedaron empapados y en las calles se acumuló barro y piedras.
Bomberos rinden balance — fue un día duro
Los equipos de rescate registraron hasta la tarde más de una docena de intervenciones de gran envergadura. Tareas principales: achicar sótanos, despejar escombros de carreteras comarcales y apagar pequeños incendios que aparentemente fueron provocados por rayos. Municipios como Selva, Inca, Muro y Santa Margalida comunicaron la mayoría de los incidentes. Especialmente el tramo entre Mancor de la Vall y Selva estuvo cortado temporalmente por barro y desprendimientos; las cuadrillas trabajaron hasta entrada la noche.
Un rayo en la estación de Inca dejó temporalmente interrumpida la conexión con Palma. Los viajeros tuvieron que afrontar retrasos y paradas no programadas; semáforos y equipamientos urbanos sufrieron más daños. Las consecuencias visibles —ramas caídas, sumideros atascados, asfalto mojado— se acumulan y dejan a muchos vecinos la sensación de que la isla debe actuar con rapidez.
La pregunta principal: ¿Qué tan bien preparada está Mallorca para estos fenómenos extremos?
Esta pregunta ya no es solo retórica. Las meteorólogas de Aemet habían colocado partes de la isla en alerta naranja, con precipitaciones localmente extremas de hasta 50 litros por metro cuadrado en una hora. Cuando caen esas cantidades, se hacen visibles las debilidades: canalones obstruidos, alcantarillado insuficiente, carreteras sin zonas de retención. Y sí, el debate sobre el cambio climático ya no es un temor futuro abstracto: está en los charcos frente a las puertas de casa.
Un aspecto del que se habla poco aquí: la combinación de elevada impermeabilización urbana, tierras agrícolas arrastradas en barrancos estrechos y un mantenimiento insuficiente de las instalaciones de drenaje. El resultado son sistemas de evacuación rápidamente desbordados y tareas de limpieza prolongadas que cargan a los municipios tanto financiera como personalmente.
Qué hacer ahora: oportunidades y soluciones concretas
Pese a la urgencia, existen vías para aumentar la resiliencia de la isla. Algunas medidas concretas que podrían tener efecto rápido:
Mantenimiento más y mejor: La limpieza periódica de sumideros, barrancos y desagües antes de la temporada de lluvias reduce notablemente los taponamientos.
Renaturalización y zonas de retención: Pequeños balsas de retención en cuencas, reforestación y la renaturalización de cauces atenúan los picos de escorrentía.
Superficies permeables en el casco urbano: Más franjas verdes, pavimentos permeables y menos sellado de aparcamientos ayudan a retener el agua localmente.
Coordinación y financiación: Planes de emergencia conjuntos entre municipios, un fondo insular para medidas de protección y responsabilidades más claras aceleran la respuesta.
Medidas técnicas inmediatas: Pararrayos en estaciones y instalaciones críticas, mejor comunicación para los usuarios del tren y sistemas de alerta en tiempo real para vecinos pueden reducir daños y alteraciones a corto plazo.
Qué pueden hacer los vecinos ahora, de forma práctica
Si está afectado: proteja los aparatos eléctricos, evite calles inundadas y documente los daños para los seguros. Siga las indicaciones de los equipos de emergencia; los cortes en el Paseo Marítimo y el cierre de parques como Bellver no son meros trámites, sino medidas de protección. Tenga listos botas de agua, linternas y una lista con números útiles —el olor a tierra mojada y las sirenas lejanas seguirán presentes por un tiempo.
Y para el futuro a medio plazo queda la oportunidad de ver la limpieza no solo como una obligación molesta, sino como punto de partida: pequeñas inversiones en drenaje, más zonas verdes en las poblaciones y una mayor colaboración entre municipios harían a Mallorca más capaz de afrontar las próximas tormentas.
Seguimos sobre el terreno, escuchamos a los vecinos, vemos el barro en los bordes de las carreteras y informaremos cuando la situación cambie o se anuncien nuevas medidas. Mallorca es resiliente —pero la resiliencia no surge por sí sola. Ahora es el momento de fortalecerla.
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