Después de más de tres décadas, el gastrónomo de 77 años Werner Wiedemann entrega su Rancho La Romana en Peguera. Una despedida con rock, salchicha blanca y planes para el futuro.
El último fin de semana en Rancho La Romana: despedida con música y delicias
Al cierre de esta semana se cierra un capítulo en Peguera: Werner Wiedemann, el hombre detrás de Rancho La Romana, entrega su posada rural. Después de 30 años en la isla, un nuevo operador procedente de Alemania toma las riendas, que primero quiere renovarlo. Para muchos clientes habituales, eso significa volver una vez más, estrechar manos y recopilar recuerdos.
Un final no tranquilo
¿Se recogen los platos y se acabó? No con Werner. El sábado por la noche hubo una banda de hard rock en el escenario; el domingo hubo un banquete bávaro con salchicha blanca, Leberkäse y Frikadellen, servidos de la mano. Estuve allí alrededor de las 19:00: el aire olía a aroma a asado, los vasos chocaban y entre las sillas de madera viejas la gente contaba anécdotas de los 90. «Aquí llega todo lo que tiene pies», dice un amigo, y así fue.
Del carnicero a la figura icónica de la isla
Wiedemann, nacido en 1948, es carnicero de profesión y llegó hace más de tres décadas a Mallorca por casualidad. Del azar nació la pasión. Él ha cocinado para eventos deportivos, mercados navideños y celebraciones privadas, y sí, tiene una historia sobre clientes prominentes: clientes, bolsos grandes, risas aún mayores. El hombre ríe mucho, se mantiene con los pies en la tierra y llama irónicamente a esta nueva fase «descanso activo».
Qué queda, qué viene
No quiere descanso. Hay eventos programados, entre ellos el Oktoberfest en Santa Ponça a mediados de octubre y el mercadillo navideño a finales de noviembre. Además, Wiedemann planea vender online su comida casera: Leberkäse, salchichas, quizás un kilo de recuerdos por correo. Caminatas matutinas y una etapa planificada en el Camino de Santiago deben llenar la rutina diaria. ¿Escribirá un libro? Por ahora no: tiene suficientes anécdotas, pero se ahorra el patetismo.
Para Peguera, el fin del Rancho La Romana significa un trozo menos de historia local; para Werner, una nueva ronda. Quien lo conoce sabe: no se quedará callado.
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