A pesar de una ligera caída en el número de visitantes, los ingresos en agosto aumentaron notablemente. Estancias más cortas y gastos diarios más altos explican el fenómeno.
Más dinero, menos turistas habituales: el patrón inusual de agosto
El agosto pasado la isla estaba llena, pero de alguna manera diferente. Alrededor de tres millones de visitantes registraron las cifras, apenas un pequeño incremento respecto al año anterior. Al mismo tiempo, hoteleros y autoridades reportaron ingresos de aproximadamente 4,39 mil millones de euros. ¿Suena extraño? También lo es: menos turistas habituales clásicos, pero mayores gastos por cabeza.
Estancias más cortas, precios más altos
Quien esté en Palma, en el Passeig del Born, un domingo por la tarde, lo escucha en las mesas: muchos se quedan ahora solo cinco a seis días. Las cifras de pernoctaciones casi no aumentaron, las llegadas sí. Eso significa: más caras, menos noches. La lógica detrás es simple: los precios diarios y las cuentas de los restaurantes han subido. La semana pasada hablé con una camarera en Plaça Major: "Hoy paga el francés la botella, el alemán se quedará en casa el año que viene", dijo riendo, medio en serio. Una cerveza de 15 euros fue la pequeña factura.
Quién falta, quién paga más?
Lo interesante es: precisamente los visitantes tradicionales se echan para atrás. El número de visitantes alemanes cayó, también vinieron menos españoles. En cambio, franceses, británicos y otros mercados llenaron los vacíos, muchos de ellos con billeteras más abultadas. Para los empresarios locales, esto es a corto plazo una bendición: más ventas, mesas llenas, mejor tesorería.
Cifras récord y protestas: todo a la vez
En términos anuales, sigue pareciendo que estamos en la cima: en los primeros ocho meses, el número de visitantes y los ingresos se han elevado a un nivel muy alto. Y sin embargo, persiste la sensación de que la isla está cambiando. Manifestaciones contra la sobrecarga, carteles en los paseos, vecinos enfadados: todo eso ocurre al margen. Para muchos turistas, Mallorca sigue siendo un destino: reservar rápido, quedarse poco, gastar.
Qué significa todo esto para la isla: La cuenta económica dice que todo va bien por ahora. Para la administración municipal, restauradores y hoteleros, eso significa mejores números en los libros. Pero para los habitantes crece la presión: precios más altos, plazas de aparcamiento ocupadas, autobuses llenos por la mañana. El debate de si la cantidad o la calidad deben contar más, sigue abierto.
Seguiré observando en otoño: en una esquina de la calle, en el mercado de Santa Catalina o en el pequeño café de la Carrer de Sant Feliu. Una cosa está clara: Mallorca está cambiando su estructura de visitantes más rápido de lo que algunos se dan cuenta. Y la tarjeta de crédito de los visitantes se vacía un poco más rápido.
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