El Consell aumenta el presupuesto para los hipódromos a 1,7 millones de euros: Son Pardo se rehabilitará por 500.000 euros y Manacor recibirá mejoras técnicas. Una buena noticia para el deporte ecuestre, pero quedan preguntas abiertas sobre la transparencia, usos alternativos y prioridades de la administración pública.
Más dinero para los hipódromos – ¿quién se beneficia realmente?
El Consell ha decidido: el próximo año se destinarán hasta 1,7 millones de euros a las instalaciones deportivas de los hipódromos de Palma y Manacor. Eso supone un 85 % más de lo previsto hasta ahora. Concretamente: el hipódromo Son Pardo en Palma se someterá a una rehabilitación integral por 500.000 euros, además se instalarán nueva iluminación y un equipo de megafonía. En Manacor se prevén mejoras en el restaurante –como aire acondicionado– y trabajos prácticos en establos y boxes, incluidas canaletas para aguas pluviales.
Pregunta principal
¿Es este aumento de fondos públicos una inversión dirigida a mantener una oferta deportiva y cultural viva, o está la política dando prioridades equivocadas mientras otras necesidades municipales quedan desatendidas?
Análisis crítico
La suma no es pequeña. 1,7 millones de euros para dos instalaciones suena a un apoyo real al deporte ecuestre, que tiene una larga tradición en la isla. Al mismo tiempo faltan detalles en el espacio público: ¿hay un desglose de cuánto se destina a mantenimiento corriente y cuánto a nueva infraestructura? ¿Quién decide la adjudicación de los trabajos? Y, no menos importante: ¿cómo se usarán estas instalaciones cuando no haya días de carreras y no venga público?
Las medidas anunciadas son concretas: nueva iluminación, megafonía, aire acondicionado, canaletas para aguas. Pero la técnica por sí sola no responde a si la inversión genera un valor social o ecológico. Una nueva megafonía en Son Pardo hará el ambiente de las carreras más ruidoso; eso beneficia a los eventos, pero puede restar tranquilidad a los vecinos, especialmente en las noches tranquilas de los barrios periféricos.
Lo que falta en el discurso público
Rara vez se habla de estrategias a largo plazo: ¿cómo puede abrirse Son Pardo a la vecindad fuera de las jornadas de carreras? ¿Cómo se reducirá el consumo de agua y energía? No está claro si las canaletas de Manacor forman parte de un plan de sostenibilidad más amplio. Y la pregunta, planteada con frecuencia, sobre usos alternativos –deporte juvenil, mercados semanales, cine al aire libre– apenas se formula, aunque esos usos múltiples podrían aumentar el aprovechamiento de los fondos públicos.
Una escena cotidiana en Palma
Al amanecer, poco después de salir el sol, una mujer pasea a su perro junto a la valla de Son Pardo. El aire huele a estiércol de caballo y a café recién hecho de un puesto ambulante. Pasan autobuses, los operarios abren sus cajas de herramientas. Para estas personas el hipódromo y su entorno forman parte del paisaje diario. Los pequeños cambios –mejor iluminación, megafonía más potente– se notan primero aquí. Si eso supone una mejora para ellas no lo decide el estado técnico, sino el uso.
Propuestas concretas
1) Transparencia: El Consell debería publicar un plan de costes y un calendario claros, incluyendo criterios de adjudicación y estándares de calidad para los trabajos. 2) Plan de usos: Para ambas instalaciones debería elaborarse un concepto que combine la actividad de carreras con las necesidades comunitarias –por ejemplo jornadas abiertas regulares, ofertas deportivas para jóvenes, mercados o eventos culturales. 3) Sostenibilidad: Cualquier inversión en establos, cubiertas y equipos debería vincularse a estándares ambientales sencillos (retención de agua, iluminación LED, control de ruido). 4) Monitorización: Un informe anual sobre afluencia, costes y usos secundarios permitirá medir el impacto del gasto.
Conclusión
Más dinero para Son Pardo y Manacor puede ser razonable. Lo decisivo es que el gasto no se limite a arreglar fachadas a corto plazo, sino que genere valor duradero para la sociedad insular. Quien fortalece el deporte ecuestre debería también trabajar para que las instalaciones beneficien a vecinas y vecinos, asociaciones y al medio ambiente. Sin transparencia y planes de uso concretos, gran parte del impacto público seguirá siendo incierto –y esa es la pregunta más relevante, más allá del cambio de luminarias por lámparas LED.
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