Tras décadas en la isla, María y Paco deben mudarse a Alicante debido al aumento de alquileres y a pensiones escasas. Una historia que muchos en Mallorca conocen.
Cuando el hogar se convierte en una carga financiera
No sucede con gran alboroto, sino de forma silenciosa y dolorosa: María y Paco, una pareja española de mayor edad, empacan sus maletas tras casi tres décadas. No porque quieran, sino porque deben. El alquiler de su vivienda en una zona residencial cercana al casco antiguo subió en pocos años tanto que la pensión conjunta ya no alcanza para la electricidad, el agua y el pan.
De 300 a 900 euros — y la vida se estrecha
Cuando se mudaron en 1995, pagaban una fracción de lo que se exige hoy. Ahora el casero exige mucho más; para la pareja eso es el límite. Con unos 2.000 euros de ingresos de jubilación en total, tras gastos no quedan más que unos pocos euros. María dice que el pescado o una copa de vino se han convertido en una excepción. Paco dice que en el mercado de Santa Catalina solía ver a los mismos tenderos; hoy los puestos están ocupados por otros y los precios han subido.
El problema es más grande que una pareja. Muchos residentes locales sienten en los últimos meses que la vivienda en Mallorca se vuelve impagable. Familias jóvenes, madres/padres solteros, autónomos con pequeñas pensiones: todos se preguntan si mudarse a la península no sería más razonable.
¿Por qué se van?
Las razones no son solo el alquiler. Coste de vida más alto, a menudo pensiones más bajas para autónomos y un mercado inmobiliario sobrecalentado, en el que casas y apartamentos se venden a inversores y recién llegados, se juntan. Para la pareja Alicante se ha convertido en la alternativa: allí la vida cuesta menos, su hijo tiene allí una casa — la opción de poder volver a respirar.
La despedida es amarga. María y Paco dejan medio vida en recuerdos: un pequeño taller, vecinos a los que se conocía durante años, y la costumbre de tomar un café con leche a las nueve de la mañana en la esquina de la calle. No lo quieren abandonar, pero la realidad les obliga.
¿Qué significa eso para la isla?
Historias así se están acumulando. Cuando los jubilados y los residentes de larga trayectoria se van, los vecindarios cambian. Las tiendas, escuelas y consultas médicas lo notan cuando las consultas disminuyen. Al mismo tiempo crece el alquiler vacacional y las ventas a compradores que ven los pisos como capital, no como hogar. La pregunta es: ¿cómo mantiene Mallorca su vitalidad para las personas que nacieron aquí o han pasado toda su vida?
María y Paco no han anunciado una gran protesta. Solo quieren un piso en el que puedan vivir con su pensión. Y un poco de dignidad. A fin de cuentas, no es nada exótico: es solo una petición de una vivienda asequible.
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