El tradicional oficio de la piedra seca en Mallorca recibe por primera vez una cualificación estatal. 600 horas de formación, nuevas perspectivas para jóvenes artesanos.
Piedra sobre piedra: los Margers obtienen un certificado estatal
Tradición se encuentra con formación — 600 horas, oficialmente reconocidas
Cuando a primeras horas de la mañana en el campo detrás de Bunyola se levantan las primeras palomas, a veces se oye un golpeteo rítmico: el sonido de un cincel abriéndose paso entre caliza y pizarra. Esos ruidos forman parte de Mallorca como el balido de las cabras y el repique de las campanas — y ahora ya no son solo tradición, sino parte de una formación profesional oficialmente reconocida.
Tras años de trabajo del Gremio de los Margers, el oficio del cantero de piedra seca en España ha obtenido una cualificación estatal. La nueva formación comprende 600 horas lectivas y certifica habilidades artesanales que durante mucho tiempo se transmitieron sobre todo en familias y pequeños talleres.
En la isla los muros de piedra seca están por todas partes: sujetan laderas, delimitan campos, acompañan senderos hasta pequeñas ermitas y dan estructura a los viñedos. Quien recorre la Serra de Tramuntana no ve un aderezo folclórico, sino un diseño del paisaje funcional; el trabajo es preciso y físico.
El Gremio, fundado en 2016, ha reivindicado durante mucho tiempo este reconocimiento. Sus miembros han subrayado que sin una formación reglada la técnica se va perdiendo y los jóvenes tienen poco incentivo para aprender este oficio áspero pero creativo. Con el certificado existe ahora una ruta más clara: formación, práctica y un título reconocido.
¿Qué cualifica exactamente la nueva acreditación? Quien la obtenga deberá saber construir y restaurar muros, pavimentar suelos y canaletas siguiendo la tradición y conservar estructuras existentes. Es más que apilar piedras: requiere conocimiento de materiales, visión espacial y paciencia — y sensibilidad hacia el paisaje.
En el mercado de Inca, entre gritos de vendedores y puestos de naranjas, se oyen las voces de los Margers más mayores animando a los jóvenes: 'Ven, aprende a leer la piedra.' El reconocimiento oficial hace este saber más visible. Para las empresas supone mayor previsibilidad y para los municipios la oportunidad de gestionar el paisaje cultural de forma sistemática.
¿Qué significa esto concretamente para Mallorca? Relevo que ya no procede solo de linajes familiares, sino de cursos y escuelas profesionales. Y más manos que en inviernos lluviosos pueden asegurar las laderas — una utilidad práctica en tiempos de clima cambiante.
El Gremio ahora llama a las instituciones locales a ofrecer plazas formativas y talleres. Las ideas sobre la mesa incluyen módulos en centros de formación profesional, cursos prácticos en fincas y contratos públicos que vinculen la formación con trabajo real. Estas combinaciones unirían teoría y práctica y ofrecerían una perspectiva a los jóvenes.
Un pequeño instante cotidiano: en la Plaça de Cort, en una tarde nublada, un Marger de manos ennegrecidas muestra a un joven cómo debe encajar una piedra de esquina. El gesto es simple, casi casual — y sin embargo es precisamente eso lo que ahora podrá ocurrir con más frecuencia: el conocimiento se transmite, se hace visible y se valora.
Para Mallorca no es solo una noticia cultural, sino también económica. Los muros conservados contribuyen a la estabilidad del suelo y, con ello, indirectamente a la agricultura. Los trabajos de restauración pueden ofrecerse como producto turístico complementario; explotaciones de agroturismo podrían incorporar cursos en sus programas. En resumen: oficio, paisaje y economía van de la mano.
El reconocimiento no es un punto final, sino más bien una señal de salida. Ahora depende de la materialización: profesores suficientes, talleres adecuados y encargos concretos. Quien pasee por Campos o Deià verá numerosos ejemplos donde hacen falta manos hábiles. Depende de la isla aprovechar este impulso.
Si un fin de semana al caminar ves a alguien rehacer un muro, piensa: es obra de vida y clase al mismo tiempo. Y quizá una invitación para que los jóvenes desmientan el rumor de un oficio en extinción — piedra sobre piedra, con trabajo cuidadoso y un título reconocido en el bolsillo.
Perspectiva: Más Margers certificados podrían significar a largo plazo: terrazas más estables, paisajes mejor cuidados y una profesión con futuro, que empieza en las escuelas y no solo al borde del campo. Para la isla es una buena noticia — no estruendosa, pero perceptible en el tiempo.
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