Un chef alemán de alto nivel critica la gastronomía de la isla: precios excesivos, demasiada monotonía y poca pasión. Lo que podría ayudar ahora.
Por qué muchos restaurantes en Mallorca están ahora mismo tambaleándose
En Palma, entre el Mercat de l’Olivar y la Passeig Mallorca, se escucha con frecuencia: las mesas quedan vacías, los clientes economizan o prefieren cocinar en casa. Un chef de alto nivel alemán no se guarda las críticas: demasiados locales han perdido su carácter y ahora piden precios que ya no se ajustan a lo que ofrecen.
Precio contra la memoria
Muchos turistas ya no pagan automáticamente. Si la cena sabe como el paquete de patatas fritas del supermercado, entonces hay enfado y la cartera cierra. Los argumentos de los propietarios de que los precios de compra han subido son ciertos; pero no explican por qué, al mismo tiempo, falta el concepto y los productos de conveniencia entran en la cocina.
Hoteles alimentan la tendencia
En la playa de Portixol o en un desayuno en Santa Catalina se ve: los hoteles invierten masivamente en buffets y comodidad cotidiana. Ofrecen opciones veganas y sin gluten, bien presentadas, y mantienen al huésped dentro del edificio. Para muchos restaurantes significa menos clientela y un estándar más alto, que a menudo ya no pueden cumplir.
Los locales como prueba
Los locales muestran ahora a los negocios la tarjeta roja. Si los clientes habituales ya no vienen regularmente, algo falla en la fijación de precios y la calidad. Un local no puede vivir solo del ambiente; la cocina debe convencer — una y otra vez, no solo una vez.
Lo que falta: personalidad
El consejo del chef es simple y radical: alejarse del mainstream. Quien sirve siempre la misma ceviche, el mismo tataki de atún y la misma influencia de sushi, ha perdido su identidad. En su lugar, hace falta valentía para tener una firma propia — unos platos que se puedan decir con razón: “este es nuestro toque”.
Pasos concretos, no quejas
Es decir: menos conveniencia, más amor por el producto (visitar el mercado temprano, usar sobrasada o tomates locales correctamente), y una carta que cuente de forma más clara para qué está el establecimiento. Además: retener al personal, fomentar la formación y ofrecer a los clientes experiencias que no pueden obtener en el supermercado.
¿Duele? Sí. ¿Va a ocurrir rápido? No. Pero el único camino fuera de la crisis es volver a darle gas: con cocineros que aún creen en las salsas, y con anfitriones que escuchen el pulso de la isla. Y quién sabe: tal vez el cliente prefiera quedarse con la cena en lugar de la próxima tienda de muebles.
Breve y sincero: el aumento de precios es real. Los platos aburridos también. La pasión sigue siendo la mejor moneda.
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