Binissalem y Llubí se han sumado a la tarifa única de taxis. La medida busca reducir tiempos de espera y mejorar conexiones nocturnas, pero suscita dudas: ¿quién se beneficia realmente, cómo se repartirán los viajes y qué ocurrirá con los pequeños proveedores?
Un paso hacia una mejor movilidad — pero no sin preguntas abiertas
Por la mañana, antes de que los vendedores del mercado de Binissalem montaran sus puestos y los panaderos sacaran el último pan del horno, la decisión ya estaba tomada: Binissalem y Llubí formarán parte de la tarifa única de taxis. En la plaza se oía el tintinear de las tazas de café, la lejana campana de la iglesia y el leve rumor de un taxi que pasaba. La esperanza es tangible: tiempos de espera más cortos, menos trayectos en vacío y conexiones más fiables —especialmente los fines de semana y a altas horas de la noche.
Pregunta clave: ¿Mejora realmente la movilidad la tarifa conjunta o solo desplaza los problemas?
Lo que cambia: Los conductores de Binissalem y Llubí podrán transportar pasajeros fuera de su municipio de origen. En la práctica, esto significa que podrán viajar a Palma o a localidades vecinas sin nuevas formalidades. Para los pasajeros suena a bendición: nada de largas esperas en la parada cuando el autobús falla o el mercado acaba más tarde.
Pero la decisión trae consigo más que simple logística. En la parada frente al ayuntamiento, a última hora de la tarde, escuché a dos taxistas discutir: uno celebraba las rutas adicionales; el otro temía reglas de operación poco claras, colas desordenadas en fiestas y una posible desventaja para quienes hasta ahora solo trabajaban a nivel local. Estas preocupaciones no suenan espectaculares —y por eso a menudo se pasan por alto—. Sin embargo, son decisivas.
Problemas que apenas están sobre la mesa
Primero: la distribución de los servicios. Si conductores de varios municipios compiten por la misma cola, hace falta un principio claro de rotación. Sin ello pueden surgir tensiones en fiestas populares o en el mercado, cuando algunos conductores se apropian de "las buenas rutas". Segundo: el aspecto económico. Un mayor número de servicios puede reducir los kilómetros en vacío. ¿Pero se benefician también los conductores de municipios pequeños, cuyos costes operativos (combustible, seguro, tasas de parada) suelen ser más altos por viaje?
Tercero: control y aplicación. Las administraciones municipales hablan de nuevas autorizaciones y controles por parte de la policía local. Eso es importante. Pero, ¿quién analiza los datos? ¿Con qué rapidez se atienden las quejas? Y cuarto: la transparencia hacia los pasajeros —precios visibles, información clara en las paradas y online.
Concreto: oportunidades y soluciones
Existen buenas propuestas que deberían acompañar el proceso decisorio. Algunas medidas que serían útiles en el territorio:
1. Fase piloto con KPIs claros: Una prueba de seis meses con métricas como tiempo medio de espera, kilómetros recorridos en vacío, número de reclamaciones y ingresos de los conductores. Solo con datos se puede evaluar si el modelo es realmente justo.
2. Principio de rotación en las colas: Listas electrónicas o manuales que aseguren una distribución equitativa de los servicios —especialmente en eventos y fines de semana.
3. Plataforma de despacho conjunta: Una app sencilla o un sistema de números para coordinar viajes. Esto reduce asignaciones aleatorias y hace transparente la distribución.
4. Protección para los pequeños proveedores: Subvenciones temporales o kilómetros de bonificación para conductores de municipios pequeños, hasta que la nueva dinámica se estabilice.
5. Portal público de reclamaciones e información: Para que los pasajeros puedan denunciar incumplimientos y los municipios hagan visible la evolución.
Mirando hacia adelante: empezar a pequeña escala, medir con precisión
La idea de una tarifa única tiene su atractivo. En una noche templada, cuando la gente se entretiene en el mercado y las farolas iluminan el empedrado, la idea de taxis fiables suena muy tentadora. Pero sin reglas claras pueden surgir injusticias y tensiones —entre conductores, municipios y viajeros.
Por eso ahora no hacen falta solo papeles administrativos, sino conversaciones en pie de igualdad: mesas redondas con conductores, policía, representantes municipales y vendedores del mercado. Y una valoración intermedia honesta a los pocos meses. Si Binissalem y Llubí realmente mejoran las conexiones, todos querrán saberlo. Si no, habrá que ajustar —antes de que la buena intención se convierta en frustración.
Sigo pendiente y escuchando en cafés, en las paradas y en el mercado. Si tiene experiencias, escríbanos. Sus observaciones valen más que cualquier pronóstico.
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