El portaaviones estuvo a principios de octubre frente a Palma; ahora está en el Caribe y, al parecer, en estado de alerta. Para Mallorca la visita fue visible; para Washington hay más detrás.
Un coloso frente a Palma, luego de nuevo en el Caribe
En octubre un enorme buque permaneció varios días en la bahía de Palma; muchos lo vimos — en el Passeig Marítim, en un café a las 11, o paseando por el puerto. Ese fue el USS Gerald R. Ford. Actualmente el portaaviones se ha desplazado y está frente a la costa de Venezuela, aparentemente en mayor estado de alerta.
Por qué llama la atención
Oficialmente hay explicaciones escasas desde Washington. Pero varios indicios apuntan a que no fue solo una visita de rutina: prohibiciones de navegación para embarcaciones deportivas en las inmediaciones, zonas de seguridad estrictas y reportes de que aerolíneas como Iberia suspendieron vuelos a Caracas. Todo ello sugiere que detrás de escena hay más que una breve escala.
Qué puede la Gerald Ford
Las dimensiones impresionan: unos 337 metros de eslora, espacio para miles de tripulantes y cerca de noventa aeronaves a bordo — F/A-18, F-35 y otras. Técnicamente el buque utiliza sistemas de lanzamiento electromagnético que permiten salidas rápidas. En la práctica esto significa una plataforma extremadamente flexible que puede proporcionar tanto apoyo aéreo como otras operaciones.
El contexto político
El gobierno de EE. UU. acusa desde hace tiempo a la cúpula venezolana de operar a gran escala con drogas; aparecen nombres de altos cargos políticos y militares en este contexto. En las últimas semanas la Marina estadounidense en la región ha perseguido y confiscado embarcaciones con mayor frecuencia — algunas operaciones terminaron incluso con muertes. En este marco, el despliegue de un portaaviones en el Caribe no parece casual.
Para nosotros en Mallorca queda el recuerdo de esos días de octubre. El portaaviones estuvo fondeado del 3 al 8 de octubre — los paseantes vieron marineros en tierra y las zonas de seguridad fueron muy visibles. Y, visto históricamente, no es una novedad: desde los años 50 atracan regularmente grandes buques de guerra en la bahía, a veces como demostración de presencia y otras por razones logísticas.
No está claro si en los próximos días o semanas habrá acciones concretas. Quien trabaja en el puerto o sale a correr junto al mar nota solo cómo cambia la atmósfera: las conversaciones en el malecón se vuelven más serias, los alquileres de embarcaciones se retraen y los partes meteorológicos adquieren de pronto un tono político.
El 4 de octubre miré largo rato el pontón del catamarán — y pensé: esto no se olvida pronto.
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