Un portaaviones con alrededor de 4.500 tripulantes debería estar en la bahía de Palma a principios de octubre. Para los comerciantes, una bendición; para la logística de la ciudad, un desafío.
Un visitante inusual en la bahía de Palma
Cuando el 3 de octubre un coloso de acero entre en la bahía de Palma, muchas cabezas se alzarán automáticamente. La USS Gerald R. Ford, actualmente considerada como el portaaviones más grande del mundo, planea, según los planes de la tripulación, una escala de varios días hasta el 8 de octubre. Alrededor de 4.500 personas a bordo; eso implica de pronto zapatos diferentes en el Paseo Marítimo, más bolsas en el Mercat de l’Olivar y reservas completas en Santa Catalina.
Comerciantes locales esperan ingresos
En el casco antiguo ya se percibe la expectación. Una pequeña zapatería en la Calle de Sant Miquel dice que tendrán disponibles unas tallas extra, las panaderías calculan entregas de pan más grandes. Las primeras estimaciones que circulan en la ciudad hablan de gastos en millones: se menciona hasta diez millones de euros como cantidad posible. Suena a mucho, y sí: para bares, tiendas de souvenirs y taxis, es un verdadero impulso.
Pero, también tiene su lado negativo. Más gente significa más tráfico, controles más estrictos en la zona portuaria y desvíos de tráfico inusuales en días con autobuses y transporte de personas. Algunos residentes de la Playa de Palma ya se han preparado para comprar antes o para desplazar sus paseos por la playa a otro horario.
Ciudad, puerto y seguridad
Quienes trabajan en el puerto informan de una mayor presencia de la policía portuaria y la aduana. Se crean zonas de seguridad para que los paseantes puedan ver la enorme silueta, pero no acercarse directamente al atraque. Para fotógrafos y curiosos, eso significa: buena visibilidad desde Punta Gorda o del paseo, pero solo a distancia.
Algunos hoteleros planean ofertas especiales: desayuno más temprano, salidas más tardías, servicios de traslado. Para restaurantes que hasta ahora tenían reservas en espera, esto es una oportunidad para estar completamente llenos a corto plazo. Un pequeño local de pescado en el Paseo Marítimo dice que ya han pedido entregas adicionales de pescado fresco: «no queremos servir platos vacíos cuando, de pronto, cientos de personas quieran comer», comenta sonriendo el propietario.
Un par de días que dejan huella
Este tipo de visita no pasa desapercibida. Los vecinos recordarán los controles policiales y más taxis. Los comerciantes de Santa Catalina y de Palma ciudad recordarán las cajas llenas. Y para muchos de los tripulantes, la breve escala será su primer encuentro con la vida mallorquina: un café en una esquina, la colorida plaza de mercado, la imponente catedral y el olor salado del mar.
Si al final realmente fluirán 10 millones de euros a la economía local o si será significativamente menos, lo dirán los días posteriores al anclaje. Lo que está claro es que, durante una semana de otoño, Palma tendrá un público muy distinto. Yo, eso sí, estaré en el puerto con una termos de café, observando cómo este enorme visitante interrumpe brevemente la isla y luego continúa.
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