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La vivienda se convierte en decisión: familia de Binissalem se muda al continente

La vivienda se convierte en decisión: familia de Binissalem se muda al continente

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Los precios de alquiler en Mallorca obligan a cada vez más residentes a abandonar su hogar. Un retrato familiar de Binissalem muestra cuán rápido, del amor por la tierra, surge el deseo de viajar.

Cuando el alquiler dicta la vida

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En septiembre de este año, Sebastián, su esposa Claudia y sus dos hijos se enfrentaron a una decisión difícil: quedarse y ahorrar o hacer las maletas y marcharse. En Binissalem, un lugar con viñedos, pequeños cafés y mercados dominicales, la búsqueda de vivienda para la familia de cuatro personas se volvió una prueba de paciencia. Los pisos, que antes se consideraban “acogedores”, hoy cuestan el doble o rondan casi 1.000 euros de alquiler al mes – para muchos hogares, sencillamente, inasequibles.

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Ellos optaron por la península y se mudaron a Castellón. No por gusto a la aventura, dice Sebastián, sino porque allí hay otra vez aire para respirar: una casa adosada de cuatro dormitorios, jardín y garaje que cuesta a la familia allí alrededor de 400 euros al mes. De pronto hay lugar de nuevo para pequeñas cosas: una mesa de comedor en la que hacer deberes, en lugar de una sala de estar que solo sirve como recámara.

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No es una despedida, sino una salida de emergencia

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El cambio tiene razones prácticas: el nuevo puesto de Claudia en el departamento de personal de una empresa de construcción, la cercanía a los abuelos y a escuelas que no hagan a los niños desplazarse durante horas. Sebastián, antes en una planta de clasificación y ahora jubilado, prefiere hablar de las pequeñas alegrías – el horno de leña en la sala de estar, el aroma de pa amb oli en el jardín – que de pérdidas agudas.

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Aun así hay melancolía. Cuando la familia regresa por unos días, duerme en la autocaravana “Posidonia” en un estacionamiento en Binissalem. Tiene todo lo importante a bordo: cocina, ducha, paneles solares. Aun así duele cuando no obtienen descuento en el ferry – porque el descuento para residentes de la isla solo existe si están registrados oficialmente allí.

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Más que una historia personal

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Lo que parece un caso aislado forma parte de un patrón: aumento de precios de la vivienda, alquileres vacacionales y demanda externa están cambiando los pueblos. Muchos vecinos, dice Sebastián, tienen planes similares o ya se han ido. Él lo documenta, publica videos e informa sobre cambios: menos mallorquinidad en las calles, más idiomas extranjeros en las tiendas, otros horarios, otras rutinas de vida.

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El debate sobre la vivienda asequible no afecta solo a familias individuales. Nos concierne como comunidad: ¿quién se queda en los pueblos, quién puede permitirse la vida y quién asume la responsabilidad de una vivienda asequible? Las respuestas son políticas y locales, difíciles y urgentes.

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Para Sebastián y su familia ahora mismo: han construido algo nuevo y están agradecidos por el alivio en el bolsillo. Si se quedarán para siempre, no lo saben. “En el fondo somos mallorquines”, dice. Y suena a que podrían volver, si las circunstancias lo permiten.

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