La polémica sobre el abandono y las ventas de lujo avanza a la siguiente ronda: los vecinos exigen protección, los agentes advierten sobre soluciones simplistas.
Entre la indignación y la justicia: una pelea que resuena en las calles de Palma
\nEn un mediodía martes sofocantemente cálido en la Plaça Major se volvieron a escuchar los mismos argumentos: vecinos que clamaban por soluciones y agentes inmobiliarios que invocaban la ley y la propiedad. El conflicto por la vivienda en Mallorca no es nuevo, pero ahora arde de nuevo — esta vez con debates ruidosos en barrios como El Terreno y Santa Catalina.
\n¿De qué se trata exactamente?
\nUn grupo llamado SOS Residents critica que las ventas a compradores extranjeros desplazan a los habitantes de sus vecindarios. "Si aquí cada villa va a alguien que solo viene dos meses al año, las familias quedan atrás", dijo una vecina en una reunión en la calle de la Iglesia. Por otro lado están las asociaciones inmobiliarias, que destacan: la propiedad, la formación de precios y el marco legal son más complejos de lo que muestran los carteles.
\nRepresentantes del sector rechazan culpables generalizados y exigen un diálogo objetivo. Argumentan que una prohibición de venta sería poco defendible legalmente y no representa automáticamente la solución para la escasez de vivienda. Además, según dicen en las agencias de Palma, parte de la demanda proviene de personas que quieren vivir aquí de forma permanente, pero están registradas como no residentes.
\n¿Qué hay detrás del aumento de precios?
\nEl debate no se centra solo en el origen de los compradores. Parón de obras en zonas periféricas, aumento de costes de materiales, menos construcción de viviendas asequibles y un marco fiscal que afecta a las inversiones son motores reales. En conversaciones con propietarios y trabajadores sociales, oigo a menudo: falta de proyectos de nueva construcción asequibles y de una promoción de vivienda social más decidida.
\nPolítica, reacciones y lo que podría ocurrir ahora
\nLos agentes exigen un Pacto a nivel regional, es decir, conversaciones con ayuntamientos y asociaciones vecinales para encontrar soluciones prácticas —no solo prohibiciones. Algunos concejales, a su vez, hablan de examinar restricciones de compra y controles para ciertas zonas. Los críticos lo llaman tibio: demasiado lento, demasiado burocrático.
\nAl final del día, las personas se sientan en cafés, escuchan los argumentos y se preguntan: ¿Qué sirve la mejor forma legal si la vecina se muda dentro de dos años porque el alquiler se dispara? En la isla rige: se necesitan soluciones con tiempo, números concretos y, a menudo, compromisos — y sí, una dosis de sentido común.
\nMi impresión tras las conversaciones en Palma: el ambiente está tenso, pero no desesperanzado. Si políticos, asociaciones y grupos vecinales realmente se sentaran a la mesa —y sin condiciones previas— sería un inicio. Hasta entonces, el debate continúa alto, local y a veces muy personal.
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