Nuevos datos notariales muestran: el 42 % de las compras de inmuebles en las Baleares corresponde a extranjeros. Entre el auge de la construcción y vecindarios vacíos en invierno: ¿cómo responden los municipios y qué podemos hacer a nivel local?
Casi la mitad de los inmuebles en las Baleares en manos extranjeras: ¿qué significa para Mallorca?
Si uno pasea una mañana templada por el casco antiguo de Palma, con el aroma del café recién hecho en el aire y el tintinear de las tazas en las cafeterías del Passeig, se nota: cada vez más ventanas, puertas y carteles apuntan a compradores internacionales. El Colegio de Notarios lo dice con frialdad: en 2024 casi el 42 por ciento de todas las compras de inmuebles correspondieron a compradores del extranjero. Esto plantea preguntas: ¿es una bendición, una maldición o ambas cosas?
Las cifras en resumen
La distribución es llamativa: aproximadamente el 26 por ciento fueron no residentes, es decir, personas que no viven de forma permanente en las islas; alrededor de otro 15 por ciento corresponde a extranjeros residentes en el archipiélago. En la práctica esto significa: casi una de cada dos ventas tiene ya una firma internacional.
Se nota en el día a día. En Port d’Andratx el aire huele a pinos y diesel, y al mismo tiempo se ven villas renovadas con fachadas nuevas y jardines recién acondicionados. En lugares como Andratx, Calvià o Valldemossa queda claro: la demanda desplaza los precios. Hasta agosto de 2025 el precio medio fue de alrededor de 3.811 € por metro cuadrado —unos 1.650 € por encima de la media española. En municipios populares las cifras máximas suelen ser mucho más altas.
¿Qué efectos tiene esto a nivel local?
Los efectos a corto plazo son visibles: los oficios están haciendo horas extra, las constructoras locales están ocupadas, las tiendas de muebles y los centros de jardinería se benefician. Pero la contrapartida es difícil de ignorar: las familias jóvenes cuentan que los pisos pequeños y asequibles son cada vez más escasos. Los inquilinos sufren el alza de precios, y algunos barrios tradicionales se transforman en zonas residenciales estacionales donde las ventanas permanecen cerradas en invierno.
Poco se debate sobre hasta qué punto este desarrollo cambia las estructuras municipales: colegios con fluctuaciones en el número de alumnos, una demanda distinta de servicios sanitarios y sociales, y un perfil diferente en cuanto a contribuyentes e ingresos fiscales. La compra internacional suele traer poder adquisitivo inmediato, pero no necesariamente contribuyentes a largo plazo para el municipio.
¿En qué debemos centrarnos ahora?
La pregunta central es: ¿cómo puede Mallorca beneficiarse de la demanda sin perder su tejido social? La respuesta no está en prohibiciones simples, sino en un paquete de medidas. Algunos palancas que ya se debaten —y que merecen más atención— son:
1. Aplicar de forma rigurosa la regulación del alquiler vacacional. Muchos municipios están trabajando en controles más estrictos. Un registro exhaustivo y controles regulares podrían reducir la oferta de viviendas exclusivamente vacacionales y aliviar la presión sobre el mercado de alquiler.
2. Incentivos para el alquiler a largo plazo y cuotas de reserva. Alivios fiscales para propietarios que alquilan a largo plazo a residentes locales, o porcentajes obligatorios de vivienda para locales en proyectos de nueva construcción.
3. Fomento de modelos de vivienda comunitaria. Cooperativas, Community Land Trusts (fondos de tierra comunitarios) o proyectos cooperativos de construcción podrían crear vivienda asequible sin sobreconstruir el territorio.
4. Aprovechamiento de inmuebles vacíos. Reactivar de forma activa las viviendas existentes, muchas veces desocupadas durante largo tiempo —por ejemplo mediante cambios de uso y subvenciones para la rehabilitación de edificios necesitados de renovación.
5. Transparencia y bases de datos locales. Mejores datos sobre el uso real (vacío, habitado permanentemente, alquiler vacacional) ayudan a los municipios a planificar y controlar con precisión.
Una parte de la responsabilidad recae en todos
Quien compra en los mercados semanales de Santa Catalina escucha conversaciones en muchos idiomas sobre la vida en la isla. Eso enriquece. Al mismo tiempo, el reto es real: si un barrio funciona solo de forma estacional, la isla pierde un bien intangible: la vida cotidiana en la que los niños van al colegio andando, los vecinos se conocen y los comercios tienen clientela habitual.
Las Baleares están más demandadas que nunca. La tarea es dirigir ese crecimiento para que las islas no solo obtengan beneficios a corto plazo, sino que sigan siendo habitables y vivas a largo plazo. Eso exige valentía de los municipios, firmeza en la aplicación de normas —y un poco de sensibilidad si queremos seguir disfrutando cada mañana del olor a café y a mar.
Aviso: todas las cifras se refieren a las publicaciones del Colegio de Notarios y observaciones de mercado hasta agosto de 2025.
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