La ciudad de Palma prevé alrededor de 29 millones de euros procedentes de sanciones para 2026 — 3,6 millones menos que en 2025. En lugar de confiar en un aumento de ingresos por multas, el presupuesto apuesta más por las tasas de remolque y la ampliación de las zonas ORA. Un vistazo detrás de las cifras.
Palma espera menos ingresos por multas — Ayuntamiento apuesta por remolque y ampliación de ORA
Pregunta central: ¿Puede Palma compensar de forma socialmente justa la caída de ingresos por multas?
El 1 de diciembre de 2025 quedó negro sobre blanco en el plan financiero: para 2026 Palma tiene previstos alrededor de 29 millones de euros procedentes de sanciones — unos 3,6 millones de euros menos que el año anterior, una caída de alrededor del once por ciento. Al mismo tiempo, el Ayuntamiento prevé más ingresos por el aumento del remolque de vehículos mal estacionados y por la ampliación de las zonas ORA. Y en pleno casco antiguo, justo debajo de la catedral, se han instalado dos nuevos radares.
Parece una acción de redistribución urbana: menos ingresos por multas, pero más dinero procedente de la gestión del aparcamiento y de las tarifas de remolque. Pero detrás de la sobria tabla de cifras se esconden preguntas que en los debates presupuestarios suelen quedar en segundo plano.
Análisis crítico: en primer lugar, no está claro cuánto de sostenibles son las previsiones de ingresos por remolque. Retirar vehículos con la grúa es costoso — tanto para residentes como para pequeños negocios que dependen de entregas a tiempo. A corto plazo genera ingresos, pero a largo plazo aumenta el malestar, y eso puede debilitar el comercio local. En segundo lugar, este cambio revela un problema fiscal: los ayuntamientos no deberían depender de las multas para tapar brechas estructurales de ingresos. Las sanciones son un instrumento punitivo, no una fuente estable de financiación.
En tercer lugar, en el debate público a menudo falta la pregunta sobre la justicia. ¿Quién paga la factura? ¿Los visitantes que desconocen los límites de la ORA o los residentes que buscan aparcamiento por la noche para llevar a los niños a casa? ¿Y cuánto se invierte realmente en planificación preventiva del tráfico frente a la recaudación por estacionamiento indebido?
Lo que no aparece en los documentos presupuestarios son cifras concretas sobre recursos dedicados a reclamaciones, reembolsos y los costes de gestionar las zonas de aparcamiento. ¿Cuántas reclamaciones se resuelven a favor del ciudadano? ¿Cuáles son los costes operativos de los sistemas ORA ampliados? Sin esos datos, el cálculo presupuestario queda incompleto.
Una escena cotidiana en Palma: viernes por la noche en el casco antiguo, el Passeig del Born se llena, las cafeterías colocan mesas en la acera, las motos de reparto se abren paso entre coches aparcados. Dos multas colgando del retrovisor, una grúa circula por el borde de la plaza — intercambiable, pero perceptible para quien necesita con urgencia su coche. Esas escenas dicen más sobre el efecto de las medidas que cualquier tabla.
Propuestas concretas: Palma debería hacer más transparentes las proyecciones presupuestarias y completarlas con indicadores: número previsto de retiradas con grúa, tarifa media, tasa de éxito de las reclamaciones, coste por plaza gestionada. Un enfoque tipo panel de control abierto ayudaría a políticos y ciudadanos a sopesar ingresos y efectos secundarios.
En vez de ver de forma automática la retirada de vehículos como una fuente de ingresos, merece la pena un paquete de medidas: mejor señalización, aplicaciones de aparcamiento con límites claros, precios escalonados por tiempo, más zonas de carga y descarga de corta duración y controles complementarios por la noche. Para residentes se podrían ampliar los permisos vecinales con cupos razonables y transparencia en los precios.
A largo plazo, la ciudad debería plantearse destinar los ingresos de la gestión del aparcamiento y las multas a medidas de calmado del tráfico y alternativas: conexiones de autobús adicionales, aparcamientos seguros para bicicletas en el casco antiguo, mejor iluminación de los paseos peatonales — medidas que reduzcan la presión sobre el aparcamiento y, al mismo tiempo, mejoren la calidad de vida.
En el debate público suele faltar la discusión sobre los obstáculos para una gestión de la movilidad más humana: recursos humanos, prioridades políticas y el riesgo de priorizar ingresos a corto plazo sobre soluciones sostenibles. Quien lee el presupuesto debe preguntarse: ¿está la ciudad promoviendo realmente una ciudad habitable o solo llenando la caja a corto plazo?
Mi conclusión: la reducción prevista de los ingresos por multas y el giro hacia ingresos por remolque y ORA es más que una cifra presupuestaria. Es un espacio de decisión política que determina el comportamiento en la vía pública, la justicia social y el clima urbano. Palma puede cubrir la brecha — pero no a costa de la movilidad cotidiana de sus habitantes. Transparencia, inversiones dirigidas y, sobre todo, un plan que proteja a las personas frente a reflejos fiscales de corto plazo serían el camino correcto.
Quien pasea un sábado por el Mercat de l'Olivar y oye la discusión se da cuenta pronto: no se trata solo de cifras presupuestarias. Se trata de la forma en que Palma convive — y de si la administración diseña sus planes de ingresos para que las calles sean no solo ordenadas, sino también justas.
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