Control policial en la Playa de Palma por venta ambulante y multas a compradores

Nuevas multas en Mallorca: por qué ahora también se multa a los compradores

👁 9420✍️ Autor: Adriàn Montalbán🎨 Caricatura: Esteban Nic

Desde el 26 de mayo de 2025 los compradores de artículos callejeros en Mallorca se enfrentan a multas de 100 a 750 euros. Una línea más dura contra los vendedores ambulantes — ¿ayuda la sanción a resolver el problema o solo afecta a los turistas?

La policía amplía su objetivo: se busca disuadir a los compradores — ¿pero con qué exactamente?

En el borde soleado de la Playa de Palma, entre el chillido de las gaviotas y los gritos de los vendedores ambulantes, desde el 26 de mayo se nota una nueva norma: ya no solo los vendedores, sino también los compradores de productos ofertados de forma ilegal pueden ser sancionados. Entre 100 y 750 euros deberán pagar próximamente los turistas si compran en los conocidos puestos callejeros —a los que algunos llaman con cierta ironía «los Helmut»—. La pregunta central es: ¿cambia esto el comportamiento o solo añade leña al fuego entre visitantes, policía y vendedores ambulantes?

La ignorancia como compañero frecuente

Un paseo junto al agua muestra el dilema de cerca: el sol aprieta, se levanta polvo, las voces de los vendedores se mezclan con las campanillas de los heladeros. Muchos turistas sencillamente no sabían que ahora también pueden sancionar a los compradores. Así lo cuentan Clara, Lilly, Hanna y Tom de Suabia, que compraron gafas de sol por 5,50 a 7 euros —y no sabían nada de la nueva ordenanza. No es un caso aislado: las carencias informativas son grandes, y la indicación del rango de las multas suele faltar en varios idiomas en los accesos relevantes a la costa.

Las sanciones buscan intimidar — ¿pero a quién afectan realmente?

La dureza de las sanciones alcanza a dos grupos: vendedores con hasta 1.500 euros, compradores hasta 750 euros. Muchos comerciantes proceden de África y a menudo trabajan sin papeles; la vulnerabilidad de estas personas es evidente. Sin embargo, las nuevas normas plantean preguntas que hasta ahora se han discutido poco: ¿está la policía atacando la raíz del problema —las redes organizadas de contrabando—, o se sanciona a los vendedores ambulantes individuales y a los turistas despistados? Y no menos importante: ¿qué proporcionalidad tiene imponer una multa a alguien que quizá compró unas gafas baratas después de su tercer cóctel?

Lo que las estadísticas no muestran: la vida cotidiana entre el paseo y los controles

Los operativos policiales son más frecuentes estos días. Los agentes abordan a personas, registran bolsos, y ya hay las primeras notificaciones de multa. Las reacciones van desde la incomprensión hasta la ira: 'Pensé que había hecho una buena compra', se indigna una mujer de Coblenza, mientras su abuelo resopla ante las constantes recriminaciones de los vendedores. Por otro lado, turistas informados como Julia de Franconia evitan ahora los puestos deliberadamente. El riesgo cambia las decisiones —al menos a corto plazo.

Por qué la actuación puede ser problemática en la práctica

Hay varios puntos ciegos: primero, a menudo falta información clara y multilingüe en aeropuertos, puertos y accesos a las playas. Segundo, una persecución penal dura no desplaza necesariamente el problema —puede empujar a los vendedores hacia la invisibilidad, donde es más difícil detectar estructuras organizadas. Tercero, existe el riesgo de que los visitantes se topen con las normas y la imagen de la isla sufra: ningún turista quiere sentirse objeto de una sanción mientras toma el sol. Las autoridades dicen que quieren dar un mensaje; la pregunta es si solo un mensaje será suficiente.

Enfoques concretos en lugar de represión pura

Existen alternativas pragmáticas: campañas informativas en varios idiomas en los aeropuertos, en el check-in de los hoteles y en los accesos a las playas aliviarían mucho la situación. Luchar de forma dirigida contra las redes organizadas —en lugar de contra los vendedores pequeños o los turistas aislados— sería más eficaz a largo plazo. Otra idea: la incautación inmediata de la mercancía combinada con un sistema de advertencias para los infractores primerizos, junto con obligaciones de información, podría mitigar la dureza de las sanciones. Y a largo plazo: crear espacios de venta legales y regulados para los vendedores locales que aporten transparencia y permitan ingresos dignos.

Hoy ya es una prueba para la imagen turística de Palma

La isla se enfrenta a una delicada línea entre mano dura y sentido común. En una calurosa tarde de agosto, cuando el paseo bulle y las voces de los vendedores forman parte del ambiente, está claro que las medidas tendrán efectos no solo jurídicos sino también sociales. Si el comportamiento de los turistas cambia de forma duradera dependerá de lo inteligente que sea la implementación —y de lo visibles que sean las alternativas para todos los implicados.

Conclusión: Las multas envían una señal clara contra el comercio callejero ilegal —pero sin mejor información, investigaciones dirigidas contra las estructuras organizadas y soluciones de transición humanas, corren el riesgo de afectar sobre todo a los más vulnerables y a turistas despistados. Un poco más de sosiego balear y mucha más claridad en alemán, inglés y español podrían relajar la situación en las próximas semanas.

Al final, el paseo conserva su mezcla de idiomas, el olor a crema solar y a mar. Solo las normas son nuevas —y para muchos aún no del todo comprensibles.

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